Habilidades y competencias

MARITZA ZABALA RODRÍGUEZ

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Thomas Hobbes: dijo que “De la igualdad de habilidades surge la igualdad de esperanzas en el logro de nuestros fines”. Si reflexionamos sobre esta frase y advertimos las diferencias entre personas, desempeños, ingresos, educación, podemos inferir que las habilidades, entendidas como capacidades innatas o alcanzadas que amplían la productividad de un individuo; son variables, en atención al entorno, los estímulos, apoyos y rol de los actores, con los que puedan desarrollarse a lo largo de toda la vida y en diversas etapas.

Es necesario tener claro que una competencia se vuelve habilidad cuando coadyuva a producir valor adicional. Por eso, por ejemplo, tener la capacidad de ser el mejor jugador de fútbol, es una habilidad, que genera valor cuando se es el número 1 del planeta, del gremio, el país o se goza de alta reputación en el gremio.

Además, las habilidades mutan y muestra de ello es la transformación del trabajo, que ratifica la transición de una economía industrializada a una economía globalizada que se apoya ahora en la tecnología y el conocimiento. Así, las condiciones laborales actuales demandan, si queremos ser productivos, desarrollar múltiples habilidades, usar las que tenemos y practicar las más relevantes para cada uno, todo lo cual, viene acompañado del rezago y baja aceptación, por parte del sistema productivo de aquellas personas con alguna habilidad diversa.

Entonces es oportuno cuestionarnos sobre el rol de las políticas públicas y su impacto en el desarrollo de habilidades en diferentes etapas de la vida de los individuos, es decir, primera infancia, infancia, adolescencia y edad adulta. ¿Lo están logrando? ¿La siembra está dando resultados en mejora de equidad, productividad y calidad de vida?

Asimismo y dado que las finanzas públicas no pasan el mejor momento, también lo es, que muchas veces quienes diseñan y aplican políticas públicas, priorizan servicios y no siempre apoyan a los actores clave del proceso o fallan en la labor de estimular a otros sectores como el privado, a invertir recursos.

El país debe entonces construir tejidos productivos dinámicos en cada uno de sus territorios y fortalecer sus habilidades para evadir la trampa del ingreso medio; ejemplos de quienes han logrado evadir esta trampa, deben motivarnos: Corea del Sur era más pobre que Colombia, hasta los años 70. Incrementó su ingreso por habitante tras inversiones gruesas en educación e infraestructura. Lo que ratifica que si se invierte bien en el capital humano, el crecimiento económico, la inclusión social y la cualificación de trabajos serán reales.

No es consuelo, pero es oportuno anotar que esto no pasa sólo en Colombia. América Latina registra el mayor desbarajuste entre oferta y demanda de habilidades (Informe Perspectivas Económicas de América Latina 2015, elaborado por la OCDE, la Cepal y la CAF).