Finalizando el año

EDGAR PAPAMIJAEDGAR PAPAMIJA

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Con la reforma constitucional que estableció el nuevo calendario de alcaldes y gobernadores, surgió una agenda político administrativa que necesariamente altera el clima festivo de Navidad y Año Nuevo. Los comentaristas estamos condenados a opinar sobre temas nada gratos, en medio de las celebraciones. Mirando hacia atrás, hay que decir que los cuatro años que terminan fueron los años de las vacas gordas para las administraciones seccionales. No hay registro de mayor disponibilidad de recursos, de los que dispusieron alcaldes y gobernadores por cuenta de la bonanza petrolera, que los hizo sentir como jeques árabes, con una abultada chequera. Hasta ahí, todo fue color de rosa; queda sinembargo pendiente el balance que debe hacerse en los próximos meses, pues no son pocas las dudas que generan inversiones millonarias, especialmente las que tienen que ver con favorecimientos de firmas rimbombantes y fundaciones gaseosas que aparecen facturando grandes sumas de dinero, en actividades de difícil constatación por parte de los Organismos de Control, o por las veedurías ciudadanas que son muy escasas en nuestro departamento.

Es preocupante registrar la habilidosidad de los gobernantes para buscarle hendijas a la ley para eludir los controles. Cuando el torticero recurso de contratar con fundaciones de todas las pelambres, se tornó riesgoso, apareció la fórmula mágica, inventada en la capital de la república, nada menos que en la Fiscalía, en la Procuraduría y en cuanto Órgano oficial existe, de contratar asesorías y estudios por cifras millonarias. Personalmente me ha llamado la atención, que casi no hay ex parlamentario, derrotado en las urnas, que no goce, además de su jubilación, de un jugoso contrato para su “congrua subsistencia”.

El otro parche del año que termina, tuvo también cuna dorada. La “mermelada” como fórmula perversa de comprar el poder y pervertir la democracia, nació en el alto Gobierno que la ha defendido con cinismo monumental; pero no por ello, deja de ser un uso indebido y delictuoso de los dineros públicos.

Digamos entonces que los nuevos dignatarios tienen el reto descomunal de acabar con la improvisación y lógicamente con la corrupción en la administración de los recursos públicos; más aún, cuando el péndulo de la economía del país está de vuelta, y los recursos del 2016 serán ostensiblemente inferiores a los del presente año.

En Popayán y el Cauca se anuncia la integración de los gabinetes departamental y municipal. Entusiasma la posible presencia de un significativo número de mujeres, lo que es reconfortante, en un departamento tristemente célebre por el maltrato femenino, que debía avergonzarnos. Ojalá este giro en la administración regional y local, sea un signo claro de que jamás volveremos a ocupar un humillante lugar destacado en esa clasificación de machismo salvaje.

La presencia de jóvenes profesionales también es un signo alentador. Siempre me ha llamado la atención encontrar en Bogotá y en el exterior jóvenes brillantes caucanos, en todas las disciplinas, deseosos de tener la oportunidad de servir a su tierra, pero frustrados, porque en algunos casos, gobiernos como el de Santos, eminentemente elitistas, se casan con una familia; o porque a ellos, su misma formación y dignidad, les impide hacer cola en un Directorio o llevarle la maleta a un político cuasi analfabeta.

Claro está que la sola condición de sexo o edad no garantiza el acierto de una gestión, pues es triste que la domesticación política, de que somos víctimas, castre desde temprana edad la independencia, y a veces, tristemente, la honestidad de las nuevas generaciones de hombres y mujeres. Sinembargo ese es el reto, y hacemos votos para que de la mano de las nuevas generaciones, que se asoman a la administración y la política, los mejores días estén por llegar.

Finalmente, quiero de cara al próximo año dejar constancia de mi especial fervor por el proceso de paz que está en curso. No son pocos los temores que tienen los colombianos sobre los pactos de la Habana, pero soy de los que creen que nada justifica la prolongación insensata de una guerra insulsa. El Cauca, los caucanos, sus campesinos, sus indígenas, sus gentes, de todos los estratos y condiciones, hemos pagado un alto costo por un conflicto cada vez más absurdo y extemporáneo. Los reaccionarios y la ultra derecha no pueden salirse con la suya, cuando tratan de torpedear el proceso para mantener un estado de cosas que privilegia a unos pocos y les produce perversas utilidades. El país necesita una oportunidad para revisar y acabar aberrantes desigualdades y privilegios excluyentes, mediante un proceso de fortalecimiento democrático; y ello solo será posible, si no excluimos a nadie que haya sido parido en esta tierra.