“Estamos tan expuestos como hace 34 años”

La ciudad y el país ha avanzado en temas de respuesta, pero hace falta más control y compromiso ciudadano para minimizar los efectos de un posible terremoto.

Reinaldo Hoyos Molina

@comunicauca

Una de las edificaciones ubicada en la carrera 7 de varios pisos, se vino abajo. Ahora en ese mismo sector está ubicado el Edificio Negret, al frente, un negocio de muebles y el Fondo Nacional del Ahorro. Al lado se realiza una nueva construcción. Foto montaje Alexander Paloma. Foto original, Luis H. Ledezma.

“CQ, esto es terremoto en Popayán. El 70% de la ciudad está destruido”, fue la frase de Hernán Barona Silva, unos 15 minutos después de que sucediera el terremoto del 83. Él en ese momento era voluntario de la Cruz Roja.

Su base para dar ese reporte rápido fue un estudio, del que participó, realizado por el Instituto de Crédito Territorial, unos ocho meses antes del incidente, donde se identificó que el 63% de las viviendas tenían problemas de calidad. Por su formación como arquitecto, Barona Silva, entendió que ese era el mensaje preciso en el momento de reportar la emergencia.

Hoy, 34 años después, trabaja en las Oficinas de Gestión del Riesgo y Prevención de Desastres de Popayán desde hace nueve años y fue declarado experto en gestión del riesgo desde la Presidencia de la República. Desde ahí mira con preocupación que la ciudad no ha interiorizado una cultura de sismo resistencia y que la manifestación está en las estructuras que se están construyendo en la ciudad. “En respuesta hemos avanzado, pero en el control físico de la ciudad no hemos despertado”, asegura.

La construcción, el problema

Popayán era una ciudad de unos 80 mil habitantes en las épocas del terremoto. Hoy estamos cerca a los 300 mil. En las calles o en charlas con los abuelos es común escuchar que “después del terremoto, la ciudad creció”, una cuestión completamente evidente.

Así como también se crearon normas, planes, códigos, con los cuales se puede hacer más control para lograr la prevención de desastres. Un ejemplo de ello es la Ley 1523 de 2012, que es clara en estos aspectos.

O lo mismo pasa con las inversiones que desde el Estado se han hecho para entidades como los Bomberos, Defensa Civil, Cruz Roja y demás, que son superiores a las de esa época; con lo que se podría concluir que estamos mejor preparados ante la eventualidad de un nuevo seísmo.

Pero no es del todo así, según el experto y algunos ingenieros consultados por este medio, la construcción desordenada y poco controlada en la ciudad, sigue generando unos niveles de inseguridad que son preocupantes y que hacen que sigamos expuestos. “Los ciudadanos no contratan ingenieros o arquitectos para realización de planos; ese dinero prefieren invertirlo en embellecer sus viviendas”, dice Barona Silva. A lo que agrega que, para él, son las viviendas de los estratos 1, 2 y 3 que mejor representan estas fallas en diseños acordes a las normas de sismo resistencia; pero no son necesariamente los únicos.

Esto lo confirma la ingeniera Olga Patricia Baldrich, quien se desempeñó hasta el 17 de enero del presente año como presidenta de la Asociación Caucana de Ingenieros, “el control físico por parte de las entidades del Estado, poco lo hacen. Esa ha sido mi queja permanente y desde que fui veedora de curaduría, me di cuenta de que es muy difícil controlar esto, porque vamos más rápido”.

Las invasiones de terrenos para urbanizar (en parte resultado de la realidad socioeconómica del departamento); las trampas que algunos ciudadanos hacen para no pagar los impuestos de construcción y la falta de seguimiento a las obras por parte de las autoridades, hacen que los expertos crean lo que dice el título de este informe: “estamos igual de expuestos que hace 34 años”.

La prueba la revela el mismo Hernán Barona Silva, “el sismo que hubo en febrero de 2013 con epicentro en La Vega, Cauca, se sintió en Popayán y se dañaron 67 viviendas de uno y de dos pisos. En el examen que hicimos, cuando evaluamos los daños, encontramos que todas las viviendas tenían un desarrollo empírico, sin dirección de ingeniería. No existe una cultura de sismo resistencia”.

Por lo que el llamado es a que se hagan las construcciones, modificaciones de obras y demás, con el cumplimiento de los requisitos de ley, “porque ahí no están engañando a las autoridades, sino a ustedes mismos”, concluyen los expertos.

La posibilidad de recurrencia

La falla Rosas-Julumito, que fue la que se movió en el terremoto del 83, está en silencio sísmico. Es decir, está quieta y según los peritos en esta materia, eso indica que estaría acumulando energía. Esto no quiere decir que es inminente un nuevo terremoto, pero sí que la posibilidad es latente.

Según el estudio de microzonificación sismotectónica de Popayán realizado por la comunidad europea e Ingeominas (hoy Servicio Geológico), años después del movimiento telúrico, la ciudad está cruzada por 13 fallas geológicas. “La máxima magnitud que se puede presentar es de 7.1 grados, en la falla de Popayán este”, explica Barona Silva.

Estos estudios y otros tantos que se han realizado recientemente, con ocasión de la actualización del Plan de Ordenamiento Territorial (POT), han brindado herramientas para mejorar la planeación de la ciudad. Ya se saben las zonas de deslizamientos, de inundaciones, etc., por lo que se presume que la prevención debe ser más efectiva.

Pero a esto le hace falta un asunto clave: la ayuda ciudadana. “La Ley 1523 en el artículo segundo es clara en decir que todos somos responsables de nuestro propio desarrollo y nuestro propio riesgo”, asegura Hernán Barona. Es decir, se plantea el principio de autoprotección, clave para que los desastres no sean de magnitudes altas.

Los ingenieros, como Patricia Baldrich, son conscientes de que la posibilidad de un nuevo sismo con características de terremoto se puede presentar en la ciudad, “por eso el llamado es a que se fortalezcan los sistemas de control físicos, para que se revise cuadra a cuadra lo que está sucediendo en la ciudad, porque es preocupante. Y que los ciudadanos entiendan”.

Y de a poco, los ciudadanos, estamos entendiendo. O al menos eso parece si revisamos los resultados de los simulacros de los cuales ha participado Popayán, “al comienzo lo hacían como por recocha, pero ahora la gente lo hace con mayor seriedad. Ya han empezado a entender, por ejemplo, cómo evacuar un edificio”, asegura una de los expertos. Pero aún falta mucho para que se pueda hablar de una cultura de la prevención de los desastres.

En suma, la ciudad y el país están más preparados en materia de respuesta ante una eventualidad, que hace tres décadas; pero en el caso particular de Popayán, al parecer, la lección del terremoto del 83 no se ha aprendido del todo, y esto sería responsabilidad tanto de ciudadanos como del mismo Estado. En últimas, un terremoto en sí no es un desastre; el desastre lo producen los seres humanos, por la mala calidad de sus edificaciones.

Hernán Barona dice no querer volver a dar ese mensaje que emitió en la mañana del jueves 31 de marzo de 1983, “CQ, esto es terremoto en Popayán. El 70% de la ciudad destruido”. Sobre todo esa última cifra: el 70%. “Por eso mi mensaje es que las obras se hagan con personal idóneo, que las viviendas también, para que sea más planeado y acordes a la norma”.