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Escritor y novelista de Tunía, de talla internacional

Con cinco (5) novelas publicadas, y otra por terminar, Julio Cesar Vivas Sarria es un fiel exponente del talento caucano.




A través de [email protected] se podrá establecer comunicación directa con el autor. Fotos suministradas: Julio Cesar Vivas.

En amazon.com y kindle/libros en español, los amantes de la lectura podrán acceder a las obras de Julio Cesar Vivas.

Asilado en Canadá desde el año 2.000, Julio Cesar Vivas ha tenido la oportunidad de editar las novelas: “Las explosiones mentales de la Colombiane 2007-2008”, “Los cuentos explosivos  de la Colombie” 2009, y “Serás el heredero”.

Este Ingeniero Civil de Tunía, también se ha desempeñado como Editor del Periódico “Revolución Cristiana” y “Pregones Universitarios”; y como Editorialista y Columnista en “Crónica Universitaria”, en nuestro país. Por su trayectoria, Phánor Terán, director de la Casa de la Cultura de Tunía, decidió seguirle las coordenadas para conocer más de su experiencia, sus logros y proyectos.

Phánor Terán: ¿Le ocupa actualmente una nueva creación literaria?

Julio Cesar Vivas: Actualmente estoy ocupado en mi sexta novela: “Su motor fue la envidia”, y espero terminarla antes de finalizar este año.

PT: ¿Qué motivos le asisten para recrearla en el universo comarcano de Tunía-Piendamó?, ¿Es ello una constante en su producción?

JCV: A pesar de que he vivido muy poco en el cauca, mi nacimiento en Piendamó, el tener mis ancestros en Tunía y Popayán, y el haber hecho una carrera en la universidad del Cauca, fueron suficientes para dejar mi ADN que aflora en todo lo que escribo. Por eso cuando puedo, retorno a recorrerlo, entre la añoranza por no poder quedarme y la alegría de verlo transformado, pero fiel a sus raíces culturales.

PT: Con la primavera ya casi floreciente, se reanudará la actividad literaria y artística en Shebrooke, lugar de su residencia actual. ¿Participa esa actividad en las actuales encrucijadas de la sociedad canadiense?, ¿Puede participar en ella y de qué manera?

JCV: En Canadá se vive en ocasiones seis (6) meses bajo nieve, aunque el recalentamiento ya lo hace menos frío y menos abundante, y absolutamente todas las actividades humanas se hacen normalmente. Las labores culturales en todas sus manifestaciones, parecen repetirse pero siempre presentando nuevas variantes que se ejecutan desde los pueblos más pequeños y desde los bancos escolares. Una cosa importante: todo se autofinancia con presupuestos que salen de la venta y las taquillas, con fondos que se administran por los usuarios y jamás se pierden y todo se planifica con anticipación de un año. El Estado no da un centavo, salvo eventos muy especiales que en ese caso “colabora”. Aunque existen las asociaciones literarias, dejé de participar, pues su trabajo es para quienes escriben en francés o inglés, y no tengo interés de dominar cualquiera de los idiomas como para atreverme a escribir libros. En algunas ocasiones, he asistido a especies de café-concert a narrar pequeñas historias en francés, que desde luego he preparado de antemano, pues no puedo llevar nada escrito. Sherbrooke es un pueblo que no tiene 150,000 habitantes, pero tiene una universidad súper acreditada, hospitales de primer orden, varios supermercados donde encontramos plátano, yuca y frutas de todo el mundo. El consumo multinacional es increíble. La salud es gratuita pero se aporta con cuotas que te sacan del trabajo; con esos dineros se administra algo así como nuestro antiguo ISS; no hay medicina privada y todas las clases sociales ocupan las mismas salas y servicios.

PT: ¿Cómo son sus vínculos literarios con Colombia?

JCV: Mis vínculos son nulos, salvo con los clientes que compran mis libros por Amazon.Com o Kindle, o entran a Google para consultar dónde pueden comprar mis libros. Vivía en Colombia cuando recorría las editoriales con mi primer libro: “Las explosiones mentales de Colombia”, lo envié a muchas editoriales, las que me contestaron me respondían que “lo sentían pero solo aceptaban libros de autores famosos o que tuvieran una ola publicitaria de antemano”; es decir: ser sobreviviente de una matanza o haber participado de ella.