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    En un potrero lleno de vacas, unas gordas y otras flacas

     

    Por: Marco Antonio Valencia Calle

    Simón Bolívar nació en Caracas, en un potrero de vacas, unas gordas y otras flacas”, es un viejo cántico popular que recorre las Américas. Nació un 24 de julio de 1783, es decir hace 233 años.

    Siendo muy joven se casó con María Teresa, pero ya a los diecinueve años era un hombre viudo que juró no volver a casarse; entonces viajó a España. Allí conoce la vida de las cortes, visita al papa Pío VI y se impresiona con la vida y obra de Napoleón convertido en Emperador. Aprende sobre la historia de Europa, de griegos y romanos, y comienza a leer libros de Rousseau, Diderot, Montesquieu y Voltaire que le ayudan a entender que el mundo no es del tamaño de su pueblo, y que vivir como ciudadano libre implica derechos y deberes.

    Escucha una charla del sabio alemán Humboldt, quien al regresar de una expedición de tres años por los países andinos y Centro América cuenta de la maravillas y riquezas inverosímiles del Nuevo Mundo. Y fue allí, expuesto a las ideas de Rousseau, las lecciones de Humboldt y las osadías de Napoleón, donde siente latir su corazón por un sueño: la emancipación.

    Simón Rodríguez, había sido su profesor de primeras letras en Venezuela, pero cuando se encuentran en Europa se convierte “en su maestro”. Y a través de largas conversaciones y lecturas guiadas se van aclarando las ideas y moldeando los sueños. A los 23 años Bolívar regresa a Caracas. En sus maletas trae consigo muchos regalos, pero en su mente y en su alma vienen borbotones de ideas e inquietudes.

    Después de tres siglos de yugo español donde los soldados de la corona se han dedicado a matar y saquear las riquezas del continente, ya muchos trabajan por la emancipación. Entre ellos Francisco Miranda, creador de la palabra Colombia para un país que abarque todo el continente en honor a Cristóbal Colon, con una sola bandera: amarillo, azul y roja.

    Pero la suerte estaba al lado de Bolívar, pues justo logró el comando de las tropas contra los españoles, Napoleón invadió España y Portugal con el fin de apoderarse del mundo y eso permitió a los americanos sacar los ejércitos de sus tierras y declarar su independencia en 1810.

    La hazaña de Bolívar fue la emancipación. La creación de países, modelos políticos y convivencia entre distintas razas que habitamos en las Américas fue legada a generaciones posteriores.  El sueño de Bolívar ha sido reconocido por la historia, no en vano su figura hecha estatua predomina en miles de plazas y parques a lo largo del continente para que las nuevas generaciones no lo desconozcan, y su figura no caiga en el olvido.

    Bolívar es nuestro héroe americano. Existió. Fue un hombre de carne y hueso, con virtudes y defectos, con amores y odios, con vicios y enfermedades. Para muchos un hombre delirante, casi un obseso y loco, impulsivo y colérico.  Nada le fue fácil: sufrió derrotas, humillaciones, envidas, conspiraciones y enemigos que quisieron matarlo a toda costa. Y de igual manera, sus logros no fueron gratuitos, para imponerse sobre los demás usó el soborno, la fuerza, la intimidación, el horror, la venganza, las armas, y algunas veces la razón y el amor. No por nada, en Pasto, Colombia, hay un movimiento de intelectuales dedicados a denigrar y sabotear la imagen de Bolívar; pero así mismo, su historia, sus sueños, su ideario sirve de inspiración para muchos en los cinco continentes del planeta Tierra.

    Murió en Santa Marta, un 17 de diciembre de 1830, a los 47 años, a causa de una tisis pulmonar. Ya el 10 de diciembre, viéndose mal, redactó su testamentó y dicto su última proclama a los colombianos.

    “Colombianos: (…) mi cariño me dice que debo hacer la manifestación de mis últimos deseos. No aspiro a otra gloria que la consolidación de Colombia. Todos debéis trabajar por el bien inestimable de la Unión: los pueblos obedeciendo al actual gobierno para libertarse de la anarquía; los ministros del santuario dirigiendo sus oraciones al cielo; y los militares empleando su espada en defender las garantías sociales. ¡Colombianos! Mis últimos votos son por la felicidad de la patria. Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide la Unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro”.