Elecciones 2015

MARITZA ZABALA RODRÍGUEZ

@mazarito

Los procesos de deterioro de la gestión política conllevan fracasos de orden social y económico. Tal vez por la relación entrañable que existe entre política y economía.

Al tocar el tema de la política es justamente porque pese a los esfuerzos hechos por algunos, es evidente que hay un deterioro en las prácticas de quienes se llaman políticos y que dejan de lado el poder ciudadano y no tienen en cuenta, las responsabilidades que adquieren vía elección popular, tanto en la gestión como en la rendición de cuentas, olvidando el compromiso con su entorno, la sociedad y sus electores.

Pese a que nuestro Estado establece la democracia representativa, hace esfuerzos para fortalecer la democracia participativa, en el entendido que la participación coadyuva a solucionar las huellas y secuelas de la violencia, profundiza la democracia, mejora la gobernabilidad y propicia escenarios para nuevos actores y gramáticas sociales.

En esta lógica y como evidencia del desarrollo económico, el avance de ciudades o centros urbanos y la mejora en los indicadores propios a la economía urbana son resultados de gestión; que se soportan en reglas legislativas claras y robustos procesos de planificación urbana, lo que está íntimamente ligado a la elección de buenos alcaldes y gerentes locales que diseñen políticas públicas pertinentes con la visión de ciudad, su plan de ordenamiento y dinámicas sociales, de tal forma que logren articular todos los sectores en pos del beneficio, bienestar y felicidad de las comunidades y territorios en los cuales fueron elegidos.

Los partidos políticos fragmentados algunos y cuestionados otros por múltiples irregularidades en su ejercicio, son vistos hoy como empresas diversas que venden sus propuestas y candidatos y fallan al no tener en cuenta todos los públicos, con lo que dan espacio a que estos sientan apatía extrema o busquen propuestas en nuevos movimientos que se venden a sí mismos, como la opción de cambio, de revolución, de trasformación y muchos adjetivos más, que superan de lejos lo que pueden y quieren lograr en beneficio de sus electores. Y ahí se evidencia la insuficiencia política que nos embarga hoy por hoy y que arrastra consigo el detrimento de todo tipo de recursos.

En este mapa, surgen además, alianzas, coaliciones y apoyos cuestionables y perversos que de la mano con discursos y arengas de responsabilidad, superación de la pobreza, inclusión, financiación, productividad, transparencia, generación de empleos, transformación, garantía de derechos y mil cosas más, deben hacernos reflexionar sobre las múltiples consecuencias de las elecciones que haremos el 25 de octubre.

Así las cosas y en un llamado a la razón por el peso de la elección que haremos, es necesario reflexionar sobre la crisis de representación que ha llenado en repetidas ocasiones, titulares, vías y calles con diversas iniciativas de movilización social tras las fallas de gestión y las frustraciones derivadas ante la mediocridad de malos gobiernos.

Urge entonces repensar en el modelo de administración que necesitamos de cara a la coyuntura y desafíos actuales del país, revisar las condiciones y el consenso que demandarán cada una de las regiones y votar a conciencia por los mejores gerentes para cada una de las instituciones locales que directamente definen aspectos puntuales de nuestra cotidianeidad: vías, empleo, movilidad, espacio público y demás.

Es necesario estar informados sobre el proceso electoral y el quehacer del gobierno en sus diversas escalas e identificar que los elegidos tengan el talante, el tesón, la experiencia y la convicción para atender las preferencias de los ciudadanos y no elegir sólo por publicidades apabullantes, coloridas o surtidas, o beneficios de un día, que luego de nada nos servirán.