El voto de confianza

Este país paradójico es una fuente continua de motivos para el asombro. No se necesita más que una intención en la vía correcta, para que salten desde las oscuridades los más denodados opositores a ella. Ahí está el resultado del 2 de octubre para no ir más lejos.

Pasó una semana más y Uribe y sus buenos muchachos siguen rehusándose a negociar, no llegan a las reuniones citadas, no hablan con mediadores internacionales ni nacionales, se atrincheran en la perpetuación del régimen de expulsión para los campesinos, no admiten restitución ni normalización de la propiedad rural.

En Colombia nacimos y crecimos en la inercia de la corrupción, la exclusión y la guerra y como nada cambió mientras nacían y crecían nuevas generaciones, nos apabullamos ante la posibilidad de que las cosas puedan cambiar. ¿Cambiar qué, si aquí siempre todo va a seguir igual? me dijo un taxista por los días del plebiscito, mientras yo intentaba, infructuosamente, convencerlo de votar Sí.

Es difícil ser colombiano y mantener en alto la esperanza. Nos entreabrieron la ventana de la esperanza y luego la cerraron en un golpe de urnas, pero es claro que a más alto el reto, superior es el coraje que despierta. Sin embargo, los días y las semanas van pasando y la fe en un mejor país va decayendo, se empieza a sentir que de nuevo la inercia del “no se puede hacer nada” “aquí nada va a cambiar” “así somos, qué le vamos a hacer” empieza a apoderarse de la gente.

Que el tiempo corre en contra de la esperanza es evidente. Y, a la colombiana, también lo es la resignación con la que nos miramos a nosotros mismos, incapaces de ver cómo, más allá de nuestras penurias, somos un pueblo al que el mundo le está dando su voto de confianza porque cree que realmente somos capaces de superar los dolores y construir un mejor país.

El Premio Nobel a Juan Manuel Santos es un ejemplo. El mantenimiento de la verificación de Naciones Unidas a la pre concentración de la gente de las Farc es otro. Y, créanlo o no, los fondos de cooperación internacional destinados al posacuerdo ya están llegando. No es que el mundo esté lleno de ingenuos caritativos, es que hay miles de razones para creer en nosotros, así no queramos verlo.

El jefe máximo de cooperación internacional de la Unión Europea pasó por Colombia para anunciar que el fondo en el que 13 países han metido millones de euros, que estaba listo para ser desembolsado a partir del 3 de octubre, va a comenzar a girarse aunque no se esté implementado el Acuerdo de La Habana. ¿Por qué entonces? Porque creemos en la determinación de todos de terminar la guerra y porque confían en que pronto se estabilizarán las condiciones del país, respondió el señor Stefano Manservisi a la prensa.

Así pues, según lo planeado por la Unión Europea, Santos después de recibir el Nobel en Estocolmo hará una parada técnica en Bruselas para recibir el adelanto del fondo para la paz, un chequecito por 95 millones de euros destinados al posconflicto, esto es, a la implementación de los acuerdos de paz con las Farc con énfasis en proyectos para desarrollo de los pobladores del campo colombiano.

Porque mientras aquí el uribismo se rancha en tumbar el punto 1 del Acuerdo, la comunidad internacional le apuesta, justamente, a su pronta implementación. Los que miran los toros desde la barrera se dan cuenta de lo que aquí no queremos admitir, que la paz tiene las raíces en la tierra, que si no se toman medidas para normalizar la propiedad y fortalecer la producción en el campo, nada se habrá hecho; que si no se enmiendan los daños de la reforma agraria a la brava que hicieron los paramilitares, si no se hace justicia con las víctimas del despojo, aquí jamás habrá reconciliación.

Claramente, con el correr de los días, entre la maraña de eufemismos se lee lo que definitivamente no está dispuesto a negociar el patrón del ubérrimo, el punto 1 de desarrollo rural integral. Y es justamente lo que el mundo confía que Colombia va a resolver. Un capítulo más, sin concluir, de las paradojas colombianas. Conseguir votantes que respalden la legalización del despojo, mientras se habla de intención de paz.

Ana María Ruiz Perea

@anaruizpe