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HAROLD MOSQUERA RIVAS
En medio de las complicaciones derivadas de la pandemia, recibimos la triste noticia del fallecimiento del amigo y colega, Harold Londoño Tobón, como tantos otros amigos que se van sin que siquiera alcancemos a decirles adiós.
Lo conocí siendo Juez Laboral del Circuito de Popayán y luego en el ejercicio profesional del litigio como abogado de trabajadores y sindicatos. Compañero de la especialización en Derecho Laboral y Relaciones Industriales del convenio de la Universidad del Cauca con el Externado de Colombia, escuela maravillosa del derecho del trabajo de la egresamos quienes en las últimas tres décadas hemos representado los intereses de los actores sociales del mundo del trabajo.
Su hermana Socorro, los doctores Cristóbal Constaín y Susana Ramos, Francisco Osorio y Patricia Ruiz, Carlos Carvajal, Luis Eduardo Lara, Rutha Amalfy Ramírez, Hans Peter Zarama, Elcy Alcira Segura, Hoover Ruiz (q.e.p.d.), Emma Vernaza, Lucy Mercedes Sarria y Ligia Mercedes Medina, entre otros.
Tiempos inolvidables de estreno de las leyes 50 de 1990 y 100 de 1993, con sus cambios sustanciales como, la proliferación de las empresas temporales, los fondos privados de cesantías y pensiones, la transición pensional, la liquidación del ISS, CAJANAL, CAPRECÓM, Las Cajas Territoriales De Previsión Social y el fin de la estabilidad laboral para quienes contaran más de 10 años vinculados por contrato a término indefinido.
En medio de las defensas de las causas laborales, con el tocayo Harold Londoño, pasamos de ser amigos, a compañeros y hermanos de lucha, compartimos dolorosas derrotas y celebramos gratas victorias, porque cuando se defiende la causa del trabajador, el corazón palpita a un ritmo demasiado sensible, en el que, el despido de una trabajadora embarazada, un dirigente sindical o un empleado con limitaciones, llegan a arrancarnos lágrimas de dolor, mientras que el reintegro de cualquiera de ellos o una indemnización justa por su despido, nos devuelven la sonrisa. Imposible olvidar las tertulias interminables con el tocayo, tratando hasta el más mínimo detalle de las relaciones laborales, de las expectativas legítimas de los trabajadores y el sueño de un mundo donde el trabajo decente sea la regla general y no la excepción. Compartimos tribunales de arbitramento, en los que procuramos una decisión justa para los trabajadores, pero sin llegar al extremo de quebrar las empresas.
Todos esos recuerdos, después de cinco meses de encierro, sin ver a los colegas por el palacio de justicia y sus alrededores, hace más dolorosa la partida del tocayo. Imagino que, desde su descanso eterno, estará bendiciendo a toda esa gente humilde y trabajadora que le dio razón de ser a su trabajo y sentido a su ejercicio profesional, tal vez en adelante, una estrella brillará en el firmamento del trabajo, acompañando con su luz a quienes pasan su vida, laborando sin descanso, al igual que el tocayo, hasta ese día en que discurren vientos ineluctables, el día en que ya nadie nos puede detener. Paz en la tumba del querido tocayo Harold Londoño Tobón y mis más sentidas condolencias para toda su familia.