El placer de volver a casa

DANILO REINALDO VIVAS RAMOS

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Durante la mayor parte de mi vida, la Alma Mater Caucana ha sido mi segunda casa, razones varias, quizá la más importante y que significó mucho en mi futuro, fue el haber sido hijo de quien por 36 años fuera un servidor intachable de la Universidad, aún hoy se lo recuerda con la afectuosa expresión: “Don Reinaldo”, gracias a su alta capacidad de trabajo, su don de gente, honradez, responsabilidad e inmaculada transparencia. De niño tuve la oportunidad de estar con él en muchas actividades, momentos y sitios de la Institución, particularmente en su oficina, en vacaciones del colegio o cuando le acompañaba en jornadas sabatinas o dominicales, en las que él iba a trabajar, en virtud de que en semana no alcanzaba a sacar adelante las tareas que le correspondían.

Las otras razones, el haber podido adelantar mis estudios como Licenciado en Educación en la especialidad de matemáticas, en uno de sus emblemáticos claustros: La Facultad de Ciencias Naturales, Exactas y de la Educación y el haber ingresado como profesor, un mes después de obtener mi grado profesional, en abril de 1978; tiempo durante el cual desarrollé actividades académicas y administrativas diversas hasta el 21 de abril de 2012, fecha en que termine mi cuarto periodo rectoral y me pensioné, es decir, cerca de 40 años ininterrumpidos como estudiante y profesor.

Razones más que suficientes para reafirmar que la amada Alma Mater es mi segunda casa, a la que me vi obligado a dejar de frecuentar por la hostil y paranoica actitud de la administración universitaria que llegó a su final, administración que en buena hora hoy termina y de la que, desde lo más profundo de las entrañas de la Universidad, se clama para que no se vuelva a repetir, clamor que se expresaba en múltiples formas, a través de voces laceradas y quejumbrosas que salían de los distintos recintos universitarios, con marcado temor y angustia; situaciones de las que siempre fui conocedor, pero que debido a la condición de ex-rector éticamente no me permitía ser el adalid de esas desesperadas e impotentes voces de reclamo y de rechazo por la forma como se fue entregando la universidad a mezquinos intereses políticos, parcelando la institución entre quienes determinaron su designación hace cinco años, práctica que realizó sin reato alguno, ni asomo de vergüenza, desconociendo palmariamente que la Universidad es una Institución, en la que su mayor bien y razón de ser, es la Autonomía Universitaria.

Hoy, al frente de la universidad y hasta abril del 2022 estará un universitario a toda prueba, no porque sea payanes, como algunos han querido magnificar esta condición, sino por sus calidades personales, humanas, profesionales y familiares. La Alma Mater ha tenido, en su historia, rectores que no nacieron en Popayán, pero que supieron interpretar los más nobles valores y principios universitarios, rectores que desplegaron toda una vocación de servicio a la Institución, no de servirse de ella para alcanzar pírricos intereses personales.

Con la llegada del médico José Luis Diago Franco al solio rectoral ya podré hablar libremente, con administrativos y docentes, en los recintos universitarios, sin los sobresaltos que les generaba el que el Rector saliente se enterara generando, en no pocos casos, señalamientos y estigmatizaciones contra ellos por parte de la dirección universitaria, por lo que será un verdadero placer poder volver a casa.

Le corresponderá al vecino y amigo, como cariñosamente se refiere a mí, el hoy rector de la Alma Mater, que contó con un apreciable aval de una comunidad universitaria que, en la consulta a profesores y estudiantes, se negó a apoyar el continuismo en cabeza del Vicerrector Académico, que se daba por hecho, teniendo como garantes la dupla: Iragorri – Castrillón, realizar un trabajo titánico de recomposición del tejido universitario, por lo fracturado como quedó, así como levantar de las cenizas, con propiedad y aplomo, mediante claros procesos participativos y democráticos, la autonomía universitaria tan vilipendiada por la administración pasada y que hoy ya es historia. La tarea es titánica, la ventaja es que soy consciente de su capacidad, entereza y carácter, él sabrá rodearse de los mejores para adelantar su ejercicio rectoral.

Como ex-rector, por convicción y compromiso, ahí estaré apoyando este proceso que indefectiblemente liderará el Dr. Diago, lo haré con ideas, mas no con burocracia, menos con la manida práctica de buscar favores personales y canonjías, muy común en nuestra cultura política parroquial, particularmente de aquellos que hoy, a los cuatro vientos, reclaman como suyo el triunfo de quien a partir de hoy dirigirá los destinos de nuestra Alma Mater.