El mico del agro

DIANA PATRICIA ARIAS HENAO

Ph.D en Relaciones Internacionales

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Gustavo Grobocopatel, el rey de la soja, es un ruso que llegó a La Argentina y se hizo multimillonario con el agro. Su empresa Los Grobo siembra soja y maíz, gana unos 800 millones de dólares anuales y ocupa el 53% de los cultivos argentinos, convirtiendo al territorio gaucho en el primer exportador global de aceite de soja y el tercero del grano, que se usa para alimentar animales principalmente en Europa y China. Además está en Uruguay, Paraguay y Brasil, país último donde vendió su modelo agroindustrial a Mitsubishi por 450 millones de dólares.

Desde 2011 visita Colombia y sus intenciones comerciales han sido aplaudidas por Santos y sus gabinetes de turno. El BID pagó la consultoría para configurar el plan de desarrollo sostenible en la ambientalmente frágil Altillanura colombiana. Los resultados: se puede cultivar un millón de hectáreas de maíz, otro millón de soja y 500 mil extra de arroz, creando 160 mil empleos directos e impulsando el PIB en 1.500 millones de dólares anuales. Hace unos días presentó en la Habana su fórmula como proyecto productivo para el posconflicto donde se podrán incorporar guerrilleros.

Suena bien, pero su modelo de siembra directa no extrae los residuos de la cosecha pasada sino que a punta de semillas transgénicas, glifosato y otros manjares tóxicos, elimina los restos. Este esperpento químico hace que la naturaleza al paso de los años aprenda a resistirlos, lo que soluciona con otros más dañinos. Recordemos que Colombia lleva 40 años asperjando glifosato por lo que seguramente necesitaremos una dosis más alta de veneno, dejando inservible suelo, aire y agua, afectando animales y otros cultivos, generando aún más sequías e inundaciones y cientos de tipos de cáncer, alergias, complicaciones respiratorias y nuevas enfermedades. Cosechar soja nos quitará anualmente miles de toneladas de nutrientes como nitrógeno, fósforo y millones de metros cúbicos de agua. El Estado seguirá obviando el principio precautorio principalísimo para proteger la salud de éstas prácticas comerciales mas que agrícolas. La OMS incluyó al glifosato como probable cancerígeno e inclusive su creador, la empresa estadounidense Monsanto, ya lo reconoció y lo cambió por uno más abrasivo.

El modelo solo alquila tierras, produciendo su concentración y enriqueciendo a terratenientes, multinacionales y a quienes puedan pagarlas. Explotando campesinos por un tiempo hasta que la automatización industrial o la misma violencia los desplace nuevamente de sus territorios, o si se rehúsan al desalojo, serán criminalizados con la nueva reforma agraria.

El Estado se jacta del modelo al punto que le creó su propio mico llamado Zidres: Zonas de Interés de Desarrollo Rural, Económico y Social. Ley demandada ante la Corte Constitucional. Esta mina de oro verde legalizará la acumulación irregular de tierras aumentando la brecha entre ricos y pobres.

El campo es de los campesinos. No queramos andar montados en autopistas grises mientras contaminamos nuestras identidades amarillas, azules y rojas. Somos agro no una multinacional de químicos que nos mata de formas que no somos capaces de percibir. El campesino estará destinado a vender o a ser amenazado pero no podrá competir con grandes empresas nacionales e internacionales que terminarán asociándose con la gama de violencias y del arcoíris ilícito que vive y ahora visita nuestras tierritas. La trampa está en no escriturar pero conceder por 60 años baldíos que en el derecho no corrupto deben destinarse a campesinos pobres sin tierra y no a multimillonarios que se revuelcan en nuestro devaluado peso.

Deberíamos todos querer una vida en el campo sana y que respete la sostenibilidad ambiental a través de una explotación y consumo muy diferentes a los de los modelos neoliberales. Debemos regresar a nuestras raíces. Por eso es que la mayoría de la gente ha oído hablar de Miami pero no de Guachené. Esa es la mala nueva, que la mayoría está tendiendo hacia un modelo donde la gente vale lo que tiene en el bolsillo. Seguramente nuestro presente inmediato vengará nuestra cobardía. Es verdad, la reforma al campo beneficiará a millones de personas, pero no a nuestros campesinos ni a nuestro país. No repitamos los problemas de la extranjerización de la tierra que aniquila a África subsahariana.

La comida no escasea sino una distribución equitativa de los recursos entre los humanos. Un stand-up comedy del teatro monopolizador del Dios Dinero, o mejor, del Dios Poder.