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    El maestro ‘Gualajo’, una leyenda viva de nuestro folclor

    José Antonio Torres Solís es el intérprete de marimba más popular de Colombia, este instrumento ha estado a su lado desde que nació. El maestro sueña con regresar a Guapi, reconstruir su casa y convertirla en una academia de música tradicional.

    Olga Portilla Dorado

    Vestido de pies a cabeza de blanco, José Antonio Torres Solís ‘Gualajo’ es el rey de la marimba, ‘el hombre de las marimbas encantadas’. Nació en Guapi hace 75 años, vive en Cali, su vida transcurre entre dar clases en algunas comunas de esta ciudad y ofrecer conciertos con su grupo también llamado ‘Gualajo’, en los lugares donde lo contraten. Su sueño es regresar a Guapi, poner en pie su casa y montar ahí una academia para no permitir que el talento guapireño se pierda. Fotografías Luis Carlos Osorio Páez/ El Nuevo Liberal.

    “El grupo Gualajo solo dejará de existir el día que yo muera”, asegura el maestro, quien recuerda que su primera presentación tocando marimba la hizo a sus 10 años. Conforman el grupo: Maestro Gualajo (director y marimba), Ezequiel Sinisterra (voz Líder y guasá), Lina Fernanda Landázuri (voz, coros y guasá), Jalier Torres (cununos), Francisco “Pacho” Banguera (bombo hembra y coros), Juan Carlos Mulato (bombo macho y coros), Miguel Sánchez (bajo y coros) y Wilfredo Ayerbe (saxo).

    El maestro José Antonio Torres Solís ‘Gualajo’, ha sufrido tres perdidas que han marcado su vida: la primera la muerte de su padre don José Antonio Torres, su maestro. La segunda, la pérdida de su marimba a causa de no poder pagar el arrendo de la casa donde vivía en Cali. Y la tercera la destrucción de la casa que lo vio nacer, ubicada en la ribera del río Guapi, allá en Sansón donde creció y aprendió a interpretar la marimba de chonta.

    A sus 75 años tiene un sinnúmero de premios y reconocimientos, más de 20 discos grabados y un libro; que representan, como él, una leyenda viva que visibiliza los cantos tradicionales y la música del Pacífico sur colombiano. Sin embargo, como muchos de los músicos de estas regiones olvidadas de Colombia, a quienes la música les llega como un legado y no como un trabajo, los artistas se dedican a hacer música no para volverse ricos, sino para dejar en cada lugar al que llegan un poco de su saber, multiplicando así la herencia cultural que sus padres y abuelos les dejaron en estas tierras cálidas del Cauca.

    ‘Gualajo’ tiene un sueño: reconstruir su casa, la casa de ‘los Torres’, donde un 31 de diciembre de 1939, sobre una marimba de chonta fabricada por su padre le cortaron el cordón umbilical, “la marimba, haga de cuenta fue como mi cuna, ella me acarició ese día y por eso yo la acaricio ahora”. Por esa casa, hecha a base de madera, levantada sobre el río Guapi y que desde hace cuatro meses ya no existe, pasaron centenares de niños, jóvenes y adultos, en busca de una sola cosa: aprender a tocar la marimba, los cununos, y los guasás.

    Cuando la casa se vino abajo, el maestro Gualajo estaba a varios kilómetros de ahí, pues 15 años atrás, desplazado por la violencia y la necesidad, se trasladó a vivir a Cali, la capital más cercana para conseguir un sustento diario, para sobrevivir y de pronto para seguir soñando. Pese a la distancia, el dolor de saber que otro de los recuerdos de su padre se había derrumbado, quedó sin palabras y hasta ahora vive estresado con esa ‘pensadera’ de cómo hacer para reconstruir la casa, que no solo fue el hábitat de la familia Torres sino que a través de muchos años fue centro y motivo de encuentros, circulación e investigación de muchas personas y entidades que apreciaban y aprendían de la música tradicional del Pacífico sur colombiano.

    Uno pensaría que un hombre que ha visitado en varias ocasiones Europa, como lo hizo por primera vez en 1983 cuando Gloria Triana llegó hasta la vereda Sansón en busca del mejor intérprete de marimba de chonta y convenció a Gualajo para recorrer Francia, España y Suiza, dejando el nombre de Colombia en la nota más alta de concursos nacionales e internacionales; no debiera pasar necesidades, problemas económicos o tener que rebuscarse un lugar (porque no tiene su casa propia) para ensayar con su grupo esas jugas y currulaos propios del Pacífico para hacerlos tan originales como lo hacían sus ancestros; pero es que el “talento no es garantía de poseer riqueza material”.

    El maestro Gualajo (apodo dado por su abuelo Leonte Torres, y que es un pez de figura larga y escurridizo) es feliz subiéndose a una tarima, o recorriendo diferentes comunas de Cali enseñando a grandes y pequeños cómo se tocan los cununos, guasás, bombos y la reina la marimba de chonta. Porque su amor por este instrumento va más allá de interpretarla, esa es la herencia más valiosa que le dejaría su padre y que a él le dejó su abuelo Leonte Torres: aprender a hacer los instrumentos, buscar la madera en la selva, armarlos paso a paso, pulirlos, afinarlos…“aprender a hacer la marimba porque el que no la toca no la hace”.

    Y es que la tradición que le dejó su abuelo y su padre van más allá de lo musical, se enfocan a que estos ritmos tradicionales no se deben enterrar como una raíz, por el contrario deben seguir multiplicándose para que no se pierdan, “la música del Pacífico es como una mata, si usted no la riega, se muere”. Pese al olvido gubernamental que sufren los municipios como Guapi, y la mayoría que se ubican en la costa del Pacífico, el talento debe brotar y se les debe enseñar y explotar esa vena artística que corre por sus cuerpos afro.

    Por eso es que Gualajo quiere volver a Guapi, quiere ver en pie la casa de los Torres, quiere que doña Rogelia Solís, su madre, regrese a la que una vez fue su casa y que los instrumentos que dejó su padre José Antonio vuelvan a sonar desde esas tierras olvidadas en el litoral, para que en ese lugar se cree una academia y con maestros como él, se forjen a los nuevos marimberos de Colombia.

    “No quiero morirme sin poder montar una escuela en Sansón para recoger ese material que viene naciendo o que ya está y no tienen un maestro. Quiero arreglar la casa en Guapi y montar allá una academia para que la gente vaya a pasar sus fines de semana, para enseñarles, sobre todo a la gente de Guapi, a los muchachos, porque ese talento se está perdiendo en cantidad”, dice el maestro Gualajo.

    Pero el trabajo no es fácil y eso el maestro sí que lo tiene claro, pues desde hace seis años con la ayuda de un ‘rolo’ creó su Fundación Cultural Artística y Musical Gualajo, son pocos los que se han acercado para decirles: los ayudamos.

    Luis Carlos Osorio, su amigo, manager y director de la Fundación, ubicada en Bogotá –porque ni en Popayán ni en Cali encontraron apoyo para este proyecto- cuenta con tristeza y decepción como han sido seis años de trabajo ‘con las uñas’, de encontrar olvido y negligencia en las entidades gubernamentales.

    “Llevamos seis años constituidos y es el momento que no existe una entidad gubernamental, departamental o privada, que haya dicho vea nosotros queremos apoyarlos. Nadie. Guapi es un municipio del Pacífico que está lleno de activos culturales, es impresionante, hay músicos, gastronomía, turismo, diversidad; pero no hay presencia de la Gobernación para fomentar estas cosas, y tampoco de las administraciones de Guapi. Por eso hasta que no se resuelva esto, pienso que ellos están condenados a quedarse allá, aislados”, comenta Luis Carlos.

    Él reconoce que entidades como el Ministerio de Cultura, realizan grandes aportes para la música del país, por ejemplo las convocatorias, y en especial la que ganó el maestro Gualajo, “Premio vida y obra 2013” gracias a la que este miércoles estarán presentando un libro que recopila todo lo que el maestro Gualajo es, su vida musical y cultural.

    Además del libro, el maestro y su grupo darán un concierto en el auditorio Germán Arciniegas de la Biblioteca Nacional en marco del Ciclo de Conciertos Música con Tempo colombiano y el mes del artista nacional. Pero pese a ganar estas convocatorias los músicos no pueden vivir de ellas, pues si bien se les premia y exalta su labor, eso es poco para todo el patrimonio vivo que son los músicos como Gualajo, o como las cantaoras que hay en estas tierras.

    Es tan complicado el asunto de salvaguardar este patrimonio musical y artístico, que desde hace tres años, la Fundación Gualajo en cabeza de su director está buscando que el Ministerio de Cultura a través de su dirección de Patrimonio declare la casa de los Torres –que ya el tiempo se la llevó a lo más profundo del río- como bien de interés cultural del país.

    “Yo fui hace tres años a gestionar la declaratoria de la casa de la familia Torres como bien de interés cultural, y empezamos con todo el proceso, llevábamos dos años y medio cuando se cae la casa y hasta ese momento no se había podido resolver eso. Se cae la casa y en termino de seis meses nos dicen que no hay que declarar, entonces ¿cómo así?, porque cuando había que declarar no se declaró…es que ahí hay muchas inconsistencias”, explica el director de la Fundación Gualajo.

    Y es que son años de investigación, argumentando, documentando todo el legado de la familia Torres, porque no solo es el maestro Gualajo, es su padre y su abuelo, tres generaciones, instrumentos, grabaciones de muchos años atrás que documentan quiénes eran ellos. “Nosotros qué estamos pidiendo, que nos den esa declaratoria, una certificación oficial y legal con la que ya podríamos entrar a diferentes entidades privadas u oficiales y decirles miren estas personas necesitan de su ayuda…es que no estamos hablando de una gran cifra, es más si no quieren daros plata, dénoslo en madera, en ladrillos”, dice Luis Carlos.

    Sin embargo como la casa ya no está, esa quizás sea la mayor excusa para no tener “qué declarar” y condenar a un olvido y un destierro a todos los instrumentos, la memoria, los discos y las grabaciones de los Torres (que datan del año 59), que actualmente reposan en distintos sitios de Guapi donde aún quedan algunos herederos con el apellido más musical y talentoso de Sansón, Guapi: los Torres.

    Un talento sin hogar

    Recordando la historia de Faustina Orobio, cantaora de Guapi, Cauca, quien pese a ser una gran maestra de la música del Pacífico, con un legado musical que transmite a los niños de este municipio, ella tampoco tiene una casa propia, y hace dos meses cuando habló con El Nuevo Liberal no había podido seguir trabajando porque no contaba con un lugar para llevar a sus niños a enseñarles, porque escasamente tenía dinero para pagar su arrendo.

    Tampoco ha recibido apoyo del estado o de entidades privadas para apoyar su trabajo con los niños. Parece un común denominador en las historias de estos músicos del litoral como Faustina y el maestro Gualajo, que el apoyo sea tan pobre y se haga poco por salvaguardar sus conocimientos, su talento. No se entiende cómo no tienen algo tan básico como una vivienda, un lugar propio donde puedan cantar, tocar sus instrumentos y donde llevar a todos esos músicos que se quieren formar como ellos, en su tierra, para un día salir y ser grandes artistas.

    Dato

    Este miércoles 14 de octubre en el auditorio Germán Arciniegas se presentará el grupo Gualajo con el gran marimbero José Antonio Torres Solís.