El “examen” al que se someten los candidatos a Fiscal General

La elección de Fiscal General de la Nación no se hace previo un “concurso de méritos”, por tanto, no está mediada exclusivamente por el conocimiento, o la experiencia, o la propuesta que los candidatos tengan. Los tres candidatos tienen una trayectoria personal y profesional suficiente, no solo para cumplir los requisitos, sino para esperar que en caso de ser elegidos hagan una fiscalía exitosa.

La “hoja de vida” en este caso no hace diferencia. Sería entonces la propuesta.

¿Hacia dónde debe orientarse la Fiscalía? ¿Propondrían una nueva reestructuración o les parece que la que hizo Montealegre está bien? ¿Les gusta el método de priorización? ¿Priorizarían los mismos delitos? Y un larguísimo etcétera de preguntas que nadie les ha hecho y probablemente nadie les hará y que si se las hacen dará lo mismo lo que contesten que será algo políticamente correcto del estilo: “evaluaría”, que es una manera bonita de decir no tengo ni idea porque no conozco el detalle.

Pero como todos los candidatos llegan con el halo de ser grandes juristas la respuesta parecerá ponderada e inteligente. Si hacen el rito de la audiencia pública los magistrados los mirarán con el ceño fruncido, La Silla hará algún detector de mentiras y las ONGs algún seguimiento en vivo y esa parte de la puesta en escena quedará “chuliada”.

En otras partes del mundo, incluso democracias más consolidadas que las nuestras, el voto hubiese podido estar precedido por la militancia política. Es de tal o cual partido, el mismo al que pertenece el elector y eso sería determinante. En Colombia no porque el grado de militancia es muy pequeño y se convierte en un elemento negativo para quien quiera aspirar a cualquier cargo.

Si alguna crítica se le hace a Néstor Humberto Martínez, por ejemplo, es que ha militado en el partido Cambio Radical y para algunos haber militado en algún Partido pareciera ser una causal de inhabilidad. Incluso en la página de la Presidencia cuando se abrió públicamente el proceso de postulación, además de los requisitos constitucionales, se dijo que se evaluarían otros, uno de ellos el de independencia que definieron como: “sin compromisos políticos ni que sea influenciable”.

Casi ninguno de los magistrados de la Corte tiene militancia política conocida. En la base de datos que elaboró La Silla solo se le asigna pertenencia partidaria a menos de la tercera parte y si se les preguntara a ellos dirían que es injusta. En algunos casos se les atribuye porque en algún momento aspiraron a algún cargo –no de elección popular- y buscaron algún apoyo, además de que la clasificación es “frentenacionalista” porque solo marcan como liberal o conservador y el sistema de partidos es más variopinta.

Hace cuatro años, por ejemplo, la mayoría de la Corte decidió que no votaría por candidatos postulados por Uribe. Ahora podría uno suponer que medir el nivel posible de cercanía, de influencia, o de “traición” al gobierno podría ser una variable a considerar por los electores. El entusiasmo del Procurador y el senador José Obdulio con la terna debería preocupar al Presidente. Algún error debió cometer Santos para que lo estén celebrando.

La verdad es que los magistrados son seres humanos normales que se mueven por afectos o desafectos, tienen prejuicios y pasiones, y así decidirán su voto. Algunos probablemente ya lo tengan decidido: son amigos personales de alguno de los candidatos, estudiaron juntos, son de la misma región de Colombia, estudiaron en la misma Universidad, fueron sus alumnos en alguna parte, le tienen gratitud especial por alguna razón, trabajaron juntos en el pasado o simple y genuinamente le tienen admiración y les parece que es un “verraco” o “verraca”.

Otros probablemente tendrán decidido por quien NO votar, incluso por las mismas razones de arriba pero que terminaron mal. Trabajaron juntos y lo sacó del cargo, estudiaron en la misma universidad y compartieron novio o novia y esas cosas que les pasan a los seres humanos aún si tienen una representación pública de intelectuales y académicos. La razón del NO puede ser porque de entrada no gusta lo que representan. Por ejemplo, si María Lorena Gutiérrez, que fue decana de administración de la Universidad de los Andes durante varios años, o la senadora Claudia López, que es aspirante a doctorado en una Universidad gringa, fueran magistradas de la Corte no esperarían al “examen”, ni les preguntarían a los candidatos qué van a hacer en la Fiscalía. Ambas tendrían previamente decidido que no votarían por Martínez.

Ahora, si descontamos los votos pre decididos, tenemos seguramente un amplio número que están en juego, magistrados a los que no les “cae” bien ni mal ninguno de los candidatos, que cualquiera podría ser y etcétera. Entonces se activan las que podríamos llamar “afinidades indirectas”. ¿Reciben influencias o abren un Excel y definen unas variables que ponderan y al final votan como diga el programa que deben votar? Pues claro que reciben influencias: oyen las razones de algunos de los pre decididos, que además de votar, se convierten en “jefes de debate”. Habrá actividad social en la que calculada o desprevenidamente se arme un corrillo y hablen de los candidatos.

Se irán armando bloques. Los magistrados almorzarán más entre ellos que lo que suelen hacerlo. Algunos asumirán que su razón, especialmente la negativa merece todo el empeño: “no podemos permitir”.

Las pregunta es: ¿Quién consigue más votos en la Corte Suprema: Luis Carlos Sarmiento Angulo (muchos deben tener al menos una tarjeta débito del grupo Aval), el rector de una Universidad (la Libre tiene cinco o seis magistrados), un congresista de –digamos- Santander (hay seis magistrados santandereanos), el Presidente Santos (habrá hijos, hermanos, primos que trabajen en el Gobierno), el ex Magistrado Ricaurte (hay cuatro o cinco magistrados que fueron elegidos con la ayuda de él), el ex Fiscal Montealegre, la Presidenta de la Corte Suprema de Justicia que es buena amiga personal de varios políticos del Caribe, el Vicepresidente Vargas Lleras? ¿Quién de esos quita más votos?

Hagan sus apuestas.