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    El chontaduro “potencia” la economía local

    Productores, vendedores y compradores disfrutan de la abundante cosecha en Popayán.

    Antonio Grueso, campesino de Cajibío, vende chontaduros al por mayor desde hace 28 años. / Alexander Paloma – El Nuevo Liberal.

    Antonio Grueso es un hombre afrodescendiente que supera los 50 años, es productor de chontaduro en el municipio de Cajibío y por estos días llega semanalmente a las seis de la mañana al barrio Bolívar para vender al por mayor la apetecida fruta.

    Es viernes, una mañana agitada y calurosa de mercado en la plaza. Antonio dice que para ofrecer los racimos de chontaduro en el parque Carlos Albán han pasado por un proceso de años, porque la palma que da los frutos se demora mucho en crecer.

    Por eso cuando sembró esta planta siguió todos los consejos que sus ancestros le heredaron, por ejemplo que debe estar expuesta al sol “para que crezca rápido, después está el mantenimiento, limpiándola hasta que florece. Hay varios mecanismos, cuando son poquitos racimos le echan dizque ají pero ahora a la plaga ni eso le vale, entonces toca fumigar con fungicidas cada tres semanas”.

    Algo sí se ha perdido, -según relata Antonio- y es que antes se sembraba la semilla de acuerdo con las fases lunares pero ahora no. “Nosotros sembramos cualquier día porque ahora trabajamos con abonos, no se necesita de luna, porque igual la mata crece. Aunque a veces a los siete años carga el producto otras veces pasan hasta 10 años y no vemos cosecha”.

    Los chontaduros que vende por estos días a un costado de la carrera 6 A con calle 1 norte fueron cosechados de palmas que tienen 30 años de existencia. Desde hace 28 años siembra y cosecha el fruto, esta última faena se prolonga por cuatro meses, luego comienza a proveerse de las parcas (palitos cruzados) que le sirven para bajar el fruto de la mata y protegerse de las espinas y la manila con la que amarra los racimos, los baja lentamente y evita que se partan los frutos, para que “lleguen sanos al suelo”.

    Febrero y marzo es la temporada alta de cosecha y venta de chontaduros, sin embargo, algunas plantas dan “atrasado”, como dice Antonio, entonces en abril o mayo también hay muy poca recolección. Son al menos 50 racimos que produjo para vender este año junto a ocho campesinos más, con un promedio de hasta 200 chontaduros por ramillete.

    “Un racimo grande puedo venderlo a 30 mil pesos, los más pequeños a cuatro o seis mil pesos, según su peso, pero ahora en temporada son baratos. No siempre se les vende a los mismos negociantes porque compran más económico para ellos ganar. Además tenemos que apurarnos porque nos deja la ‘chiva’ y la gente de espacio público nos da unas horas no más, por ahí hasta las 2:00 de la tarde”, cuenta Antonio mientras cuenta unos billetes arrugados por su negocio.

    Este año no han sido muy buenas las ventas como en años pasados porque hay mucha competencia y el chontaduro está barato, por eso Antonio cree que en temporada de poca producción le va mejor, pues se puede vender más caro.

    Se dice que el mejor chontaduro es el que se produce en Cuatro Esquinas, municipio de El Tambo, pero este mayorista asegura que no, porque también ha estado en esa región “y es igual como en toda parte, como hay bueno, hay malo”.

    Compra y venta

    Al lugar donde está el campesino cajibiano llega la señora Aidé Cruz, con la intención de llevarse un racimo de chontaduro para su casa, pregunta por los precios, ojea y hace pesar los racimos. Le preguntamos por qué compra el fruto y afirma que por las propiedades que tiene. “A mi tío que tenía cáncer le recomendaron comerlo para subir las defensas y para la anemia y así soportar la enfermedad. También lo compro para mis hijos y mis padres que les gusta consumirlo mucho en jugo o comerlo”.

    Doña Aidé se va rumbo a la casa, con dos racimos de chontaduros en sus manos, pagó 12 mil pesos. Cuando llegue al hogar los pondrá a cocinar agregándoles sal para que -según comenta-quitarle el sabor picante que trae el chontaduro crudo y teniendo mucho cuidado con las espinas que a veces van prendidas en el ramillete.

    A unos metros de ese lugar está Paola, vendedora de chontaduro. Es una joven mujer que vive del rebusque según la temporada, la gran producción del chontaduro es por estos días la oportunidad de su sustento. Llega a las 7:00 de la mañana  con una carreta de madera llena de chontaduros sal y miel, sus hábiles manos pelan los frutos en segundos, su jornada laboral terminará cuando no tenga más que vender.

    “Los chontaduros me los traen por encargo de El Tambo, pago dos mil por cada kilo, yo compro 140 kilos diarios. Es un buen negocio, en un día bueno puedo vender 100 mil pesos. Este producto tiene buena vitamina, la gente dice que le sube las defensas y es bueno pa’ cargar”, relata entre risas Paola.