Editorial: Sobre corrupción y Lamborghinis

Esta semana estalló el escándalo nacional por cuenta de la detención de Ómar Ambulia, funcionario de la Dian, jefe del Grupo Interno de Control de Carga en el puerto de Buenaventura, detenido por los presuntos delitos de enriquecimiento ilícito, concierto para delinquir, lavado de activos y favorecimiento al contrabando.

Fueron las fotos de su hija Jenny, quien reside en Miami, las que llevaron a los investigadores tras el funcionario de la Dian, pues su salario, de menos de $10 millones, no parecía coincidir con la vida de lujos que llevaba su hija en La Florida.

La joven, que no ejerce ningún tipo de actividad económica, ostentaba en sus redes sociales su vida junto a yates, ropa de grandes marcas, viajes alrededor del mundo y demás lujos imposibles para un trabajador como su padre.

Lo que mayor tuvo impacto en la opinión pública fue la exhibición de un Lamborghini, un automóvil con un valor aproximado de mil millones de pesos, que la joven Jenny manejaba por las soleadas calles de Miami.

Por estos hechos, Ómar Ambulia y su esposa fueron llevados a prisión, mientras que su hija fue cobijada con detención domiciliaria; hay que aclarar que a todos los cobija la presunción de inocencia hasta tanto exista un fallo en contra.

Aunque este caso haya parecido descarado y bochornoso, no es para nada aislado ni anecdótico, ni mucho menos lejano.

Desde hace años ya es común ver en muchas de nuestras ciudades (Popayán no debe ser la excepción), que aparezcan cierto número de políticos que tras su paso por cargos públicos lucen hoy fortunas que no parecen tener concordancia con sus ingresos de funcionario. Tras cortos pasos por cargos de elección o secretarías, pasan a ser propietarios de lujosas viviendas, vehículos de alta gama, a conocer el mundo con sus familias y a costearles a sus hijos estudios en el exterior. Lo cual, por supuesto, no tiene nada de malo si es el fruto de un trabajo incansable. Pero infortunadamente, aún nadie ha encontrado la fórmula para que un trabajo honesto de tan corto tiempo dé réditos económicos tan voluminosos y rápidos. Y junto a ellos, los hijos y esposas de estos funcionarios saltan a ser también poderosos contratistas que siguen acrecentando sus fortunas de forma exponencial.

Bueno sería que la Fiscalía también rastreara a quienes como Jenny hoy lucen fortunas inexplicables en nuestra comarca. La respuesta de dónde vienen pareciera tan obvia cómo la del funcionario del Puerto de Buenaventura.