Editorial: Uber, tecnología vs. tradición




LOGORepresentantes de Uber llegaron a Popayán para explicar qué es y qué no es su compañía, que nació cuando un par de amigos salieron de un evento nocturno en París y no encontraron un taxi. Uber operó por primera vez en San Francisco y de ahí se expandió por los Estados Unidos y por el resto del mundo. De esta forma, se confirma que la plataforma tecnológica será puesta en marcha desde este viernes, luego que sean debidamente aprobados los primeros conductores para prestar el servicio en la capital caucana.

La crítica usual contra Uber es que es ilegal. Su representante, por el contrario, dice que Uber sí es legal porque no está expresamente prohibido, aunque no está regulado, y regulación es la que él le pide al Gobierno (la cual está en marcha y será una realidad más temprano que tarde). Pero sabe que no puede haber regulación para algo que no existía, y que solo puede haberla al ser una realidad, que en este caso es una innovación tecnológica.

Para poder usar Uber, los clientes deben bajar su aplicación al móvil, identificarse con dirección y demás, e inscribir una tarjeta de crédito en el sistema. El conductor de un vehículo Uber, por su lado, se somete a un chequeo de seguridad por parte de la compañía, le examinan el vehículo y lo aprueban o no. La aplicación de Uber permite que pasajero y conductor se califiquen mutuamente y un promedio por debajo de 4,5 sobre 5 causa que cualquiera de los dos sea dado de baja del sistema: el conductor dejará de serlo y el pasajero no será aceptado más en el servicio Uber.

Al abordar el vehículo, tanto el GPS del celular del conductor como el del pasajero “mapean” el recorrido de la carrera y al final la tarifa es cargada automáticamente a la tarjeta del pasajero. Ni un solo centavo cambia de manos y cualquier queja por la tarifa se tramita con Uber y no con el conductor. Uber se queda con el 25% de la tarifa y el conductor con el 75%.

Este servicio es más caro que el de un taxi y se podría decir que está hecho no solo para quienes lo pueden pagar, sino para quienes dentro de este grupo de altos ingresos están hartos del mal servicio de muchos taxistas: música puesta a todo volumen en sus autos, una conducción agresiva y peligrosa, recorridos a veces innecesariamente largos para inflar la tarifa, carros desaseados y diversos desmanes que los usuarios de los taxis conocen y ante los cuales no pueden hacer casi nunca nada efectivo, como sí ocurre en este servicio en el que a un mal conductor lo “despiden” de Uber los propios usuarios.

Uber tiene aceptación por lo anterior, pero no debería ser visto como un servicio contra los taxis, sino a favor de los clientes que lo deseen usar y lo puedan pagar. Es un servicio elitista que amenaza más al segmento del carro particular, tanto en las urbes grandes como pequeñas como en el caso de Popayán, que a los taxis. Los taxis también podrían operar con una tecnología similar, aunque muchos taxistas suelen ser casi esclavos de los dueños de los taxis, y sobre todo, de los famosos cupos.

Es claro, pues, que el principal desafío de los taxistas no reside en presionar a las autoridades para que actúen en contra de las nuevas modalidades, sino en mejorar en forma significativa la calidad y la eficiencia de su servicio, el estado de sus unidades y su propia cualificación laboral. Por su parte, el gobierno nacional debe elaborar y proponer a la brevedad un nuevo marco regulatorio que permita conciliar ambas actividades –el servicio de taxis y el de transporte privado– y evitar confrontaciones indeseables entre trabajadores y concesionarios de los taxis tradicionales y los de plataforma tecnológica como Uber.