Editorial: Sobre la debilidad del Estado y la paz

En la edición del jueves anterior dimos cuenta de cómo un grupo armado ilegal, de aquellos que el gobierno nacional califica como disidencia, está tomando a  sangre y fuego posiciones que otrora dominaban el frente sexto y la columna móvil ‘Jacobo Arenas’ de las Farc. En particular, según informan los entes encargados de la seguridad en la región, este reducto del que aseguran forma parte de un frente del Epl (provenientes del oriente del país), intenta copar el control de las rutas para sacar alucinógenos en dirección al Pacífico en el noroccidente del Cauca. Esos caminos montañosos y hostiles son disputados a otro reducto comandado por ‘El Pija’, un curtido y sanguinario guerrillero que operó en las Farc y que no se desmovilizó manteniendo el poder en dicho corredor estratégico que al parecer, le produce millonarias ganancias provenientes del narcotráfico.

Entre nosotros el Estado es un concepto de mucha importancia; se considera que es el protagonista central de la vida económica, política y social. Por ello hay gran preocupación en círculos académicos, del pensamiento y de la opinión por el hecho de que nuestro Estado no haya logrado ejercer sus funciones en todo el territorio nacional y el ejemplo del noroccidente del Cauca es diciente. Después de firmado el acuerdo de paz con las Farc, extensas regiones siguen siendo tierra de nadie, en las que, según análisis juiciosos, la situación “está a punto de estallar”.

Colombia ha tenido y tiene un Estado débil y una sociedad civil fragmentada. La Constitución de 1991 trató de fortalecer al Estado, de incrementar su legitimidad y superar el carácter excluyente de nuestro régimen político, pero no logró tales propósitos; durante su vigencia se ha profundizado la crisis de legitimidad y liderazgo del Estado. Síntomas de ello son el que el Estado sigue siendo débil, la falta de confianza de la ciudadanía en las instituciones, la fragmentación de las élites y la ausencia de una clase dirigente que tenga un claro proyecto de sociedad.

Nuestro Estado no ha logrado integrar a todo el territorio. Por eso somos una sociedad dividida y terreno fértil de conflictos sociales. Y para lo que respecta al Cauca, no solo hablamos de los armados. También los hay étnicos y por tierras, lo que caldea mucho más la tensa situación en nuestra comarca.Nuestra crisis política se asienta en la centenaria debilidad del Estado, pues su cosmovisión, dimensión cultural, política, económica y administrativa es centrista.

En consecuencia, los conflictos y tensiones sociales en muchas regiones terminan siendo resueltos al margen de las instituciones, a través de la “parainstitucionalidad”, ya que el centro ignora los intereses, necesidades, reivindicaciones y anhelos de las regiones que hay en nuestro extenso territorio.

Así las cosas, las instituciones municipales, departamentales y nacionales se muestran y actúan son frágiles, incipientes y hay muy extensas regiones no integradas al país marginadas del desarrollo socioeconómico.

Por ello, pese a los esfuerzos del gobierno central, como lo pone en evidencia el reciente informe de la Misión de la OEA, donde antes estuvieron las Farc hay vacíos de poder, un estado de cosas a punto de estallar, una situación muy deteriorada y regiones enteras donde reinan las expresiones “parainstitucionales”, como ocurre en Tumaco, Catatumbo, Cauca, Chocó, Urabá y mucho del territorio que antes dominaban las Farc.