Editorial: La seguridad es el mejor negocio

Cuando se negociaba la paz con las Farc en La Habana, el presidente Santos repetía con frecuencia que una vez cesara la hostilidad con esa guerrilla, los ahorros gubernamentales al no tener más el conflicto podrían ser invertidos en salud pública, educación, vivienda y demás bienes sociales.

Si las Farc fuesen el único grupo ilegal, esto hubiera sido cierto, pero era obvio -aquí lo dijimos varias veces- que el territorio desocupado por las Farc sería copado por las distintas Bacrim, y así está pasando, por lo que la realidad es que se necesitan más soldados y policías para garantizarles seguridad a todos los colombianos, especialmente los que estaban bajo la férula implacable de las Farc en parajes remotos de Colombia, incluyendo claro está, muchos ubicados en nuestro departamento.

También se sabía, dada la experiencia de países como El Salvador, que una negociación de paz puede desembocar en una mayor inseguridad urbana y rural que la que había porque muchos de los desmovilizados, reinsertados, o como se les quiera llamar, se dedicarán al crimen en las zonas urbanas o rurales, y el Estado debe estar preparado para enfrentarlos.

Hoy las Bacrim se volvieron a fortalecer y hay zonas en sus manos, como son partes de Urabá. También son responsables de buena parte de la violencia urbana en muchas partes del país, bien sea porque pelean territorio en los corredores del narcotráfico y los puertos, o porque estén copando territorios citadinos para el microtráfico.

Y toda esa violencia se siente fuerte a pesar de que aún no se han incorporado los combatientes de las Farc a la vida civil, un porcentaje de los cuales, como ya dijimos, lamentablemente terminará en la ilegalidad, por lo que hay que prever empleos para evitarlo al máximo, pero también robustecer la capacidad represiva legal del Estado.

Para ejemplarizar toda esta problemática en nuestra región, tenemos que traer a colación las reiteradas muertes de líderes cívicos, dirigentes campesinos e indígenas y el ataque contra la Policía en Caloto donde murió un patrullero. Asimismo tenemos que recordar los asaltos callejeros a una comercializadora de café en Caldono donde uno de los presuntos delincuentes (que resultó ser un miembro de las Farc que estaba en proceso de reinserción) fue abatido y el que fue víctima un comerciante a quien le hurtaron una gruesa cantidad de dinero; y también hacer referencia a dos intentos de secuestro en el norte del Cauca.

Así pues que le queda una difícil tarea al gobierno nacional, la fuerza pública y a las entidades gubernamentales en general para devolverle la tranquilidad a varias zonas, en las que se suponía, iban a tener temporadas de sosiego luego que las Farc desmontaran sus aparatos de guerra. El mejor negocio es mantener el círculo virtuoso de presencia estatal, producción agraria, turismo y empleo; y esto solo se logra con más seguridad, no con menos.