Desconfianza Común

franciscopantojaPor: Francisco Javier Pantoja Pantoja
Magister en Economía Aplicada.
@fjpantoja

Y después de publicado el acuerdo, ¿qué? ¿Que con qué dinero se va a financiar la Paz? ¡Esa manía colombiana de buscarle pelos a una bola de billar! Pero el asunto es ¿Cuánto vale? ¿Cuánto cuesta? ¿Cuál es el precio? En realidad voy a descartar el costo y el precio, para quedarme con el valor.

Porque, el valor representa para usted una cosa y para mí otra, y una cosa y otra, no son lo mismo.

¿Quiere saber el costo? pues multiplique el número de guerrilleros por 620 mil pesos, por 24 meses, por 2 años y siga, sume, más esto, más lo otro, no reste nada, seguramente la calculadora instalada en su celular explotará.

Prosiga con las cuentas, pero recuerde, entre otras cosas, sumar el número de muertos y desplazados. De esta manera obtendrá el precio.

Este precio nunca será producto de una promoción, ni tampoco será objeto de una rebajona o un dos por uno. En Colombia, el precio del conflicto ya se pagó, y la única manera de congelarlo, es con la concreción de la Paz.

Así que la Paz deja de tener precio y costo, para tener valor. ¡El valor de la paz! La tranquilidad social no tiene precio, para todo lo demás existe el Plebiscito. ¿Cuánto vale una vida? Por tanto, yo votaré por el Sí, porque con el Si congelo el precio y el costo se detiene.

Ahora bien, en el desarrollo del Proceso de Paz, a la economía colombiana le llegó más plata privada y un aumento del turismo. No obstante, el fantasma del déficit fiscal no desaparece. Y en finanzas públicas, el país debe estirarse hasta donde la cobije alcance. ¿Quiénes serán los nuevos descobijados? Los impuestos de los colombianos no alcanzaran y ya no se vive de la renta petrolera.

La verdad, al gobierno no le alcanzará la plata para entregar tanto subsidio. La financiación del postconflicto no solo es responsabilidad del estado, y mas ahora, que se camina a una probable estanflación: todo caro y muchos pobres. La economía colombiana tiene que reinventarse, el modelo de depender de la teta pública, puede ser un camino en reversa.

Oportunidades de mejorar la economía, hay como arroz. ¡Aquí va una! admito, se la copie a un connotado empresario, ex presidente de la SAC –Sociedad de Agricultores de Colombia- En Colombia se requieren 32 millones de toneladas de alimentos, pero se importan 11. La distribución y tenencia de la tierra es una reforma urgente.
Colombia solo dedica 7 millones de hectáreas a sembrar alimentos, pero hay 32 sembradas en pastos. Esto no requiere explicación.
De otro lado, el Acuerdo Final se resume en tres grandes líneas: uno, en ir al congreso a hacer política, dos, en apoyos económicos y tres, en una serie de proyectos y comisiones que construyan la confianza, porque la desconfianza es el común denominador de las partes. Al igual que una pareja que vuelve, luego de unos cachos de Alce.

De las 297 páginas, 192 contienen las garantías, no repetición, política sin armas, participación, nuevos partidos, transparencia, drogas, victimas, los niños, la mujer, el campo, financiación, buenas intenciones y paro aquí porque quien a listar se ocupa, nunca desocupa.

En las 105 páginas restantes, están los anexos y los protocolos. En últimas, el espíritu del documento deja entrever que se quiere la Paz, que se quiere construirla y que no se quiere volver al conflicto armado, siempre será mejor el conflicto político. El valor de construir en la diferencia y en paz es inconmensurable.

Todo lo acordado en la Habana, da lugar a dos cosas: Primero, deja la marca FARC-EP en dos letras: Pierden la A de armadas, deben entregar las armas. La R, de revolucionarias, ahora será parte del establecimiento. La E de ejército, porque en adelante el monopolio de las armas le corresponde solo al Estado ¡como debe ser! y la P de pueblo, que no tanto, porque falta ver el apoyo que tendrán en democracia.
De este modo se convertirán en -FC- Fuerzas Colombianas. Que hagan toda la política que quieran. Segundo, en adelante, ya no habrá a quien echarle la culpa de nuestros males. El país moderno debe ser inclusivo en lo social y en lo político. Sino la historia será la misma.