¡Delayed Happy Birthday: Plan Colombia!




DIANA PATRICIA ARIAS HENAO

Ph.D en Relaciones Internacionales

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La fiesta delayed (retrasada) de los 15 años del Plan Colombia, festejada siete meses después de su nacimiento, donde el anfitrión fue Estados Unidos y no el cumpleañero, representa el desmemoriado recorrido histórico-político del “acuerdo” de cooperación bilateral cuya internacionalización traduce intervención y dominación política.

Los antecedentes, orígenes, etapas y consecuencias del Plan Colombia, muestran que en la política nada está dicho y que para construir poder y continuar vigente, hay que saber cambiar de bando rápidamente. Estados Unidos ha decidido el cómo y el por qué de los diferentes objetivos planteados y de los volátiles fundamentos que los orientan y contradicen.

La plataforma funcional de dominación política relativa al narcotráfico la inició Ronald Reagan en 1986, al clasificarlo como una amenaza a la seguridad nacional, tal y como en 2016, lo afirma la bancada republicana.

La formalización de un plan específico fue gestado desde el proyecto de ley S1758 del 20 de octubre de 1999, redactado en inglés y bautizado: Plan for Peace, Prosperity, and the Strengthening of the State (Plan para la paz, la prosperidad y el fortalecimiento del Estado).

Andrés Pastrana no tardó en reconocer la debilidad militar del Estado, otorgando a las Farc una porción territorial a su control (el Caguán) y con ella el status político de beligerancia en aras de mostrar voluntad política en sus fracasados diálogos de paz. Clinton gestionó 1.3 billones de dólares (80% fueron recursos en especie, principalmente militares) con el objetivo de reducir el cultivo, el procesamiento y la distribución de drogas de Colombia (de Colombia; no “en” Colombia) al 50% en un plazo de seis años, mediante el fortalecimiento de las Fuerzas Armadas que combatirían solo al narcotráfico, de las instituciones así como también reformó a la justicia. (La aplicación, sin embargo, terminó enfocándose contra las Farc, favoreciendo la expansión narco-paramilitar).

Las Farc en aquel entonces, provocaron un paro armado en el Putumayo que produjo una crisis humanitaria por tres meses en rechazo al acuerdo de cooperación bilateral pero ahora observa desde Cuba la celebración en Washington, donde el ex presidente Pastrana pasó de enterrar a su hijo (el Plan Colombia) por efecto de sus apreciaciones sobre las negociaciones en La Habana, a asistir animado a su bautizo y cumpleaños, al que el ofuscado Uribe no asistió pero envió sus usuales quejas donde reclama aireado el por qué Santos hace lo que él hizo durante 8 años: consentir orgulloso el beneplácito gringo.

Mientras que los furiosos republicanos olvidan que justamente bajo sus mandatos presidenciales, el Plan Colombia arremetió con mayor rudeza en Colombia (recordemos la era de la Coalición Mundial Antiterrorista de George W. Bush gestada tras el 11S), sin conseguir nunca, bajarnos del pódium de los productores mundiales de drogas, así como tampoco lograr que los norteamericanos dejen de consumir a lo guiness record.

Las fumigaciones arreciaron envenenándonos (erradicar una hectárea requiere fumigar 38). Y aunque desde décadas atrás se venía asperjando, los gobiernos de Uribe, donde se sostuvo que no existía conflicto armado interno, extendieron el ataque ambiental y social hasta las reservas y parques naturales, en su escenario narcoterrorista.

En 2016, después de recibir 9000 mil millones de dólares canalizados a través de sociedades militares privadas, los actores y sujetos involucrados intercambiaron posiciones, contradiciéndose pero siempre aceptando en sus elaborados discursos, la destinación política norteamericana.

Obama gestionará en 2017 el nuevo Paz Colombia ante el Congreso norteamericano 450 millones para el posconflicto. Lo interesante es que la militarización como la lucha antinarcótica se flexibilizó en Estados Unidos y por ende en sus subordinados políticos colombianos, que ahora sonrientes les declaman amor.

Ojalá la ayuda entre no como en etapas anteriores a minar y desbalancear el conflicto sino a gestar desarrollos sociales dignos, necesarios para construir la paz que merece Colombia y que anhelamos todos. No una que se proyecte como la cereza de una pequeña parte del pastel político electoral norteamericano. Claramente el triunfo de republicanos o demócratas en Estados Unidos en las presidenciales de noviembre 8, condicionará el futuro del Paz Colombia, que teóricamente debería denominarse Paz Farc.