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    De pandemias, crisis y lecciones

    Las cosas tienen que cambiar, no solo en la forma de expresarnos sino también con nuestros actos…

    Por Jairo Tocancipá-Falla

    Especial para EL NUEVO LIBERAL

    El virus del Covid.19 está generando un cambio a nivel global en cuanto a la relación de las personas y de cómo el humano percibe su entorno. / Suministrada – El Nuevo Liberal

    La pandemia del Covid-19 iniciada a finales del año pasado en China y transferida a nivel mundial a comienzos de este año, no solo ha dispersado el virus, sino que también ha permitido activar formas de ver el mundo social en el cual vivimos interculturalmente.

    La sola raíz de pandemia, “reunión del pueblo”, que asocia “una enfermedad epidémica que se extiende a muchos países o que ataca a casi todos los individuos de una localidad o región”, configura el campo de la salud, aunque sus repercusiones van más allá de un ámbito biológico. Geopolítica, economía, seguridad nacional, etcétera, son otros tantos campos que se empiezan a evocar, sin referirnos a la vasta multiplicidad de expresiones humorísticas, sarcásticas y hasta premonitorias con carácter religioso como la de un rabino ultraortodoxo que aseguró que el coronavirus es “una plaga divina contra la homosexualidad”.

    Una de estas manifestaciones sociales de cómo vemos el mundo, gracias a la pandemia, fue la propuesta hecha por dos científicos franceses de probar una vacuna contra el coronavirus en la población africana. Su argumentación tuvo base en un antecedente de experimentos similares hechos en el pasado con otros virus aplicados a prostitutas porque se “sabe que están muy expuestas y que no se protegen”.

    En esta crisis por el Covid-19, surgen una multiplicidad de percepciones, visiones, manifestaciones y expresiones ideológicas, políticas y religiosas que aprovechan la circunstancia para hacer valer su posición en el mundo. / Suministrada – El Nuevo Liberal.

    La reacción por parte del director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, no se hizo esperar y criticó la «mentalidad colonial» de los dos científicos franceses quienes perciben el continente africano como un «laboratorio».

    Ya expuestos, los científicos Jean-Paul Mira, del Hospital Cochin de París, y Camille Locht, del Institute National De La Santé Et De La Recherche Médicale (Inserm), presentaron excusas indicando que eran fake news, lo que no se explica si eran falsas noticias porque ofrecían disculpas. El suceso, puede sumarse a las advertencias hechas recientemente a propósito del Covid-19 por el basquetbolista reconocido Magic Johnson quien durante la epidemia del VIH a comienzo de los noventa resultó positivo y pudo comprobar que el sistema de salud en los Estados Unidos, como ocurrió en la crisis causada por el huracán Katrina, era selectivo en la atención en salud y las ayudas desfavoreciendo a los Afro estadounidenses y los latinos: “ya nos encontramos con una combinación imbatible, y eso es lo que se debe resolver”.

    Pero estas formas de ver el mundo no solo emergen en tiempos de crisis. En el año 2015 durante una estancia en la amazonía ecuatoriana, un grupo de investigadores contactaron a otros colegas que se encontraban allí trabajando con las nacionalidades o pueblos indígenas. Su propuesta, similar al par de científicos franceses de hoy, consistía en probar las característcas de un arbusto amazónico que tenía propiedades para tratar ciertas enfermedades y querían realizar los test con los indígenas amazónicos. Como se trataba de una iniciativa con tinte innovador empresarial, algunos investigadores propusieron realizar las pruebas con empresarios primero para ver el espectro de reacción en toda la sociedad. No se volvió a hablar del asunto.

    Retornando a la pandemia y sus representaciones, cabría interrogarse, y más allá del asunto biológico ¿qué lecciones nos deja para la reflexión? Varias ideas surgen. En primer lugar, se reconoce que se trata de una pandemia inédita en la historia de la humanidad, no solo por la densidad poblacional existente sino por la rápida advertencia que se logra gracias a las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones, y cuyo despliegue ha posibilitado la prevención de millones de posibles víctimas. Curiosamente una de las advertencias es el “distanciamiento social”, que en el caso de los científicos franceses podría tomarse como una lectura literal cuya mirada histórica reivindica la mentalidad colonizadora indicada por el señor Tedros de la OMS.

    En segundo lugar y vinculado con esta medida preventiva, se encuentra una multiplicidad de percepciones, visiones, manifestaciones y expresiones ideológicas, políticas y religiosas que aprovechan la circunstancia para hacer valer su posición en el mundo. Desde explicaciones alienígenas, pasando por cánticos del juicio final hasta la consecuencia esperada del sistema capitalista que alimentó por centurias lo que ahora vivimos. Quizás la apreciación de los doctos franceses y el rabino ultraortodoxo ejemplifican una de estas expresiones, entre otras más que han surgido.

    Pero esta emergencia de expresiones capitalizadoras no es nueva, ocurrió también a comienzos del milenio y por supuesto en eventos catastróficos como aconteció en el sismo devastador que vivió la ciudad colonial de Popayán (Colombia) en 1983 cuando un conocido sacerdote escribió en un diario capitalino que el desastre fue “un castigo de Dios” por la banalización y falta de recato con la Semana Mayor. Luego las crisis y los eventos inesperados son ventanas a la vida social de quienes realmente somos y cómo el suelo aparentemente sólido de nuestra formación escolarizada deja entrever en sus resquicios visiones evolucionistas de siglos anteriores.

    La visión de estos científicos sobre África es un ejemplo. Pero entonces de ¿qué sirve identificar estas expresiones y visiones de mundo en períodos de crisis?

    He aquí nuestra tercera reflexión: Al reconocer qué somos y cómo nos expresamos como sujetos sociales en un mundo intercultural globalizado, nos plantea lecciones, retos y desafíos en cómo estamos equivocados y posiblemente dónde tenemos que cambiar. Cuando hablamos de crisis, se desnudan realidades del Estado, institucionales y la sociedad misma que nos coloca a todos en un alto grado de vulnerabilidad donde los recursos existentes y que empiezan a escasear (víveres, respiradores, utensilios preventivos y materiales) se convierten en fuente de poder cuando el virus toca la puerta. Es allí, donde aquellos que pueden acceder a esos recursos vitales lo hacen a través de redes clientelistas a expensas de los demás.

    La corrupción no descansa, ni el oportunismo de empresarios y bancos que no quieren perder en medio de la crisis. Los gobiernos también se revelan en su actuación, a quién favorecer más y a quién favorecer menos.

    Así como América Latina es diversa así se revelan las estrategias de los gobiernos, sus prioridades y sus apuestas de salvamento en la sociedad. Del mismo modo, el manejo y la diversidad cultural que se revela a nivel mundial enseñan algo de las prácticas y visiones indicadas. Con todo, la idea de un aparente Estado totalitario se desnuda en sus precarias condiciones y, por lo contrario, se aprovecha de la crisis para fortalecerse en aquello que se revela una debilidad. Algunas revelaciones aparentes, son que los asiáticos son más disciplinados que los europeos y algunos países latinoamericanos son más desabrochados que otros en tomar medidas. O, ¿por qué Nueva Zelanda tiene pocas víctimas?, o ¿cuál es su secreto para tener tales logros?, etcétera.

    Pero las consecuencias y el manejo que cada Estado y sociedad realizan, también proyectan lo que sigue. Ya es común escuchar en las redes que de existir una “normalidad” no puede ser la que conocimos antes. Las cosas tienen que cambiar, no solo en la forma de expresarnos sino también con nuestros actos, y no me refiero al “distanciamiento social” sino qué hacer frente al campo devastador que deja el virus en términos sociales, económicos y políticos.

    El vendedor ambulante que vive el día a día, la mujer cabeza de familia o el padre cuya sobrevivencia depende de su ingreso ganado de un empleo con un salario mínimo que no alcanza, frente a un sistema bancario, grandes empresarios fortalecidos en la crisis y un congreso que no se reúne en Colombia porque no hay condiciones para hacerlo, es el drama del coronavirus en este país.

    Estos contrastes deben servirnos a la reflexión para el reordenamiento que se viene en varias semanas o meses. Pero también hay lecciones positivas: la solidaridad que transita en las redes de amigos, a través de conocidos o aquella que se manifiesta en el vecindario con víveres o el simple suministro de algo que no disponemos.

    Esa solidaridad es la que más vale instituir, que ciertas medidas que se arrojan por decreto o resoluciones, y que debemos fortalecer cuando lleguemos a una nueva “normalidad”. Otras formas que surgen y que ameritan fortalecerse son el trueque y la reciprocidad, no solo de bienes sino también de servicios, y el fortalecimiento de las redes de productores y consumidores, léase campesinos-indígenas-productores y consumidores. A futuro ello implica reinventar la vida cotidiana y dar un reordenamiento a nuestros pensamientos y actuaciones, ser creativos.

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    Al respecto, con cierta ironía y humor, uno de tantos memes que se reciben en las redes por el Covid-19, aunque exagerado pero sintomático, mostraba la imagen de alguien que semejaba a Newton y donde se leía: “cuando Isaac Newton se quedó en casa para evitar la peste negra, descubrió las leyes de la gravedad, la óptica y el cálculo. Ustedes cómo van?” Difícil respuesta y solo lo sabremos en próximas semanas cuando las cosas tiendan a retomar su curso. Por lo pronto estas son solo algunas ideas hipotéticas para validar cuando el tiempo así lo permita.