De la sabiduría

DONALDO MENDOZA

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Apaciguadas un poco las aguas de la realidad nacional, después de la tropelía verbal que estuvieron a punto de desbordarlas, me di a la tarea de consultar varias fuentes de sabiduría, a ver si hallaba alguna manera de ayudar a mis compatriotas y específicamente al presidente Duque, dado que en su cabeza recae la mayor responsabilidad sobre lo que hoy sucede. Abundante fue el bla, bla desde la Fiscalía, la consecuente réplica de la JEP y la indignación del Presidente.

En suma, muchas razones y poco juicio. Ante situaciones así, he indagado a ver qué aconseja la sabiduría en su sosegado discurso de siglos. Y la fuente principal de sabiduría, por tradición y cultura, es la Biblia. Pero como ocurre con las obras clásicas, la Biblia es un libro –o compilación de libros– que está en boca de todos, pero en los ojos de pocos lectores genuinos; por eso hay tanta necedad en lo que se escucha, y muy escasa sensatez. “Dios hizo sencillo al hombre, pero él se complicó con muchas razones”, sentencia el Eclesiastés. Y cuando parece que un objetivo militar son “las bajas”, ese mismo libro a tiempo nos advierte: “Más vale sabiduría que armas de combate”.

No es casual que el destinatario que se menciona con nombre propio en las máximas de sabiduría es la persona que rige los destinos de un país, a él le dice el libro de la Sabiduría: “Un rey prudente, la estabilidad de un pueblo”. Y el libro del Eclesiástico lo extiende a todos los políticos con funciones de gobierno: “La ciudad se edifica sobre la prudencia de sus dirigentes”. Viene a la memoria aquella línea del villancico: “La prudencia hace verdaderos sabios”. Porque no es otra cosa la sabiduría, sino la facultad de las personas para actuar con sensatez, prudencia o acierto.

También se ofrece la sabiduría –porque ella es humilde– a esas pocas personas que en un país con tan alta inequidad social como Colombia, tienen por deporte acumular riquezas o convertir las tierras fértiles más en pastizales para caballos y vacas, que en siembra de productos alimenticios para la comunidad, a ellos la sabiduría les dice: “Tan difícil es para los ricos la sabiduría como para los sabios adquirir riqueza”. Pero también el rico, si lo desea, encuentra consuelo y salvación en Eclesiástico: “Si te gusta escuchar, aprenderás; si inclinas tu oído, serás sabio”.



¿Y qué nos proponen estos libros para alcanzar un grado importante de sabiduría? Se podría responder a la manera de mandamientos o preceptos para el buen vivir:

  • Cuídate antes de estar enfermo.
  • Salud y buena constitución valen más que todo el oro.
  • Las preocupaciones, léase el estrés, traen la vejez antes de tiempo.
  • La alegría del corazón es la vida del hombre (…) y prolongación de sus días.
  • No tengas rencor a tu prójimo, y pasa por alto la ofensa.

Blasfemia sería decir que soy un sabio y que por eso escribo lo que ustedes han leído, lejos estoy de serlo. Tengo sí la mejor voluntad para llevar a nuestros gobernantes y al ciudadano común este mensaje, en la voz de los que sí han sido sabios. La voz que nos dice: “Feliz quien repase esto a menudo; el que lo tenga presente en su corazón se hará sabio”. Y si pudiéramos fijar la sabiduría como estética, la podríamos definir como “el arte de hacer la vida lo más agradable y feliz posible”.