De la ética ciudadana

CARLOS CAÑAR SARRIA webCARLOS E. CAÑAR SARRIA

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Muchas ciudades colombianas se caracterizan por la falta de sentido ético, precisamente porque la construcción de ciudadanía no es tenida en cuenta como prioridad de parte de los gobiernos locales. La falta de civismo, de sentido de pertenencia y de amor por las ciudades se hace evidente en todo lugar. El sentido comunitario se ausenta cada vez más, el individualismo, el menosprecio o la desconsideración del otro, la pérdida del sentido de lo público se convierten en sentimientos y acciones que degradan la vida ciudadana y entorpecen el bienestar general de los habitantes.

No faltan personas que debieran dar ejemplo en una sociedad, caracterizadas por la patanería, la vulgaridad, los malos modales, el irrespeto y la desconsideración a los demás. Tal es el caso de políticos que engañan y juegan con la necesidad de las personas; otros, agresivos y escandalosos a la hora de críticas o requerimientos. Olvidan que a la gente hay que hablarle con la verdad y no crearle falsas expectativas, y que se puede ser exigente, enérgico, vehemente, si se quiere, sin llegar a la grosería.

Hay fallas en las familias y en los sistemas educativos. Si desde el seno de los hogares y de las instituciones educativas a las niñas y a los niños no se les permite aprender y cultivar unos valores ético-ciudadanos que en el futuro signifiquen la consecución de ciudades más amables, más tranquilas, más ordenadas, más limpias más solidarias; menos ruidosas, menos contaminadas, menos agresiva, etc., las familias y las escuelas terminarán convertidas en instituciones estériles.

El irrespeto cunde por doquier y es común en ciudades que están en procesos de modernización, observar basuras regadas en todo lado, hablar a gritos, escuchar expresiones soeces entre amigos como si se tratara de saludos, conculcar las señales de tránsito, la privatización del espacio público, el irrespeto de colas en los bancos y otras entidades, tiendas y calles convertidas en cantinas. Consumideros de vicio, calles y andenes convertidos en sitios predilectos para aposentar excrementos de mascotas; menesterosos que utilizan los cajeros automáticos como sanitarios públicos, muros de las casas y postes destinados a orinales. Graffitis en los centros históricos que desdicen de sus moradores. Cualquiera arma fogón en las calles y aceras para hacer y vender sancocho en enormes ollas sin importarles el deterioro del pavimento y los riesgos a los transeúntes.

Conductores de buses y busetas transitan a altas velocidades peleando por acaparar pasajeros, se estacionan en cualquier lado y les importa un pito la seguridad de usuarios y peatones; requieren cursos o clases de ética y de buen comportamiento ciudadano; se duda sobre la acción de las directivas de las empresas de transporte y de las autoridades de tránsito.

Preocupa la proliferación de pandillas juveniles, resalta la falta de políticas públicas de atención a la niñez y a la adolescencia. Lograr que los niños vayan a la escuela en lugar de dedicarse al rebusque, a mendigar o a la adquisición de vicios puede contribuir a evitar el deterioro moral de niños y jóvenes. Los robos, asaltos, atracos, asesinatos y demás acciones que invalidan la tranquilidad y la convivencia civilizada podrían disminuir ostensiblemente, si existiera atención de las administraciones locales en promover programas de cultura ciudadana y diseño e implementación de políticas públicas acordes a las necesidades de los centros urbanos.

Por fortuna, en varias localidades colombianas, los nuevos alcaldes han coincidido en la necesidad de fomentar estrategias de cultura ciudadana que impliquen el rescate o consecución de valores ético-ciudadanos capaces de garantizar sentimientos solidarios entre las personas, el amor a las ciudades y el respeto y consideración a los demás. En estos comportamientos no podrá faltar el respeto por la Naturaleza, tan deteriorada por la insensatez y la mezquindad humana.

Coletilla: Rechazo generalizado ha producido el corte de los árboles ubicados en el anillo vial de Popayán. Se desconoce una posición contundente de las autoridades ambientales. Por más que se quiera justificar esta acción, no puede dejar de ser vista como un crimen contra la Naturaleza. Lo cierto es que hay una serie de acciones que se permiten en esta ciudad que se hacen ininteligibles, como el arboricidio en el sector de la eternamente inconclusa Vía Pomona, precisamente donde están ubicados los barrios Portales del Río y Bosques de Pomona. Los moradores se opusieron en su momento pero nada se pudo frente a la torpeza del exalcalde Navia y a la falta de argumentos de las autoridades ambientales. Ese muro de cemento que separa las dos partes de la vía es una afrenta contra la estética y contra la ética ciudadana. Hay que transitar por la ciudad para constatar en no pocos lugares que cuando se trata de obras civiles, lo que se da es desarrollo urbano sin estética. Muchos funcionarios no saben de ética ni de estética y por eso encontramos lo que encontramos. Nadie da de lo que no posee. Ese es el problema.