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    Cultura política pospadémica para remar juntos

    MATEO MALAHORA

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    El advenimiento de una cultura pospadémica es una necesidad ineludible, exigencia inexcusable para instaurar un nuevo tipo de sociedad.

    Porque, pareciera que aún estamos en la era del nomeimportismo. Sin embargo, se abren puertas inéditas para fundar otros caminos de solidaridad.

    En el sentimiento de las gentes obra la necesidad de crear nuevos ejes que sostengan la organización social y redefinan nuevos horizontes colectivos.

    Sabido es que durante decenios llamamos lazos sociales a vínculos que no tenían esencias, ni ligazones, ni conexiones, y demostraron que, empáticamente, eran endebles, en las relaciones políticas, económicas, culturales y estéticas, como laborales.

    El mismo modo de producción capitalista, que aísla y encierra al ser humano, quedó averiado, tanto que los partidos, colectividades y movimientos sociales y políticos se encuentran en la línea de reflexionarlo todo, pensando en nuevas opciones y alternativas que hagan sostenible la equidad social.

    Ante la hambruna de los trapos rojos, que desde hace centurias debió ser un clamor en los países pobres, se observa que el mercado mundial, patrocinado por las grandes corporaciones económicas, sólo tenía como objetivo único capturar materias primas, fuerza de trabajo depauperada y comercializar sus tecnologías, ya obsoletas, en las economías periféricas, con efectos letales.

    El empobrecimiento de los países del globo, ante el caos existente, demuestra que el llamado postcapitalismo no tenía como objetivo las demandas y reclamaciones nacionales sino la desterritorializacion de los estados dependientes, con el objetivo de trasladar a las grandes metrópolis las ganancias, echando por la borda los intereses nacionales.

    El criterio manualescos del poder financiero mundial, que estableció la categoría de “mundos subdesarrollados”, siguen siendo el mismo, pero no tiene sentido porque la globalización del capital ya no es lo admirable, sino el repudio y repulsión que ha causado la mundialización de la pobreza.

    El viejo concepto imperial consistente en que en el mundo funcionaban tres cerebros: el cerebro universal, el segundo cerebro y el tercer cerebro, donde los dos primeros merecían el asombro de los inmigrantes, hoy son obsoletos.

    La peste contemporánea rompió con la mentalidad arraigada en el poder periférico de pueblos y naciones que presumían poder alcanzar el progreso por la vía cándida del subdesarrollo, quedaron aún más rezagados.

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    Ante el caos de un Estado que se hundió en la corrupción y la descomposición social, superior al desastre del Corona Virus, nos quedan esperanzadores referentes de cambio como los emprendidos por Noam Chomsky, el Senador demócrata Estados Unidos, Bernie Sanders, el brasileño Fernando Hadad, la canadiense Naomi Klein, el pensador brasileño y ex ministro Celso Amorim, el ex vicepresidente boliviano Álvaro García Linera, el actor mexicano Gael García Bernal, la escritora Arundhati Roy, el filósofo Srecko Horvat y la alemana Carola Rackete, rescatista de los inmigrantes marítimos en Europa, entre otros.

    Su liderazgo propone movilizar a los movimientos sociales y partidos progresistas en el mundo por la defensa de la democracia, la fraternidad y la equidad.

    Sus promotores buscan impulsar la creación de la Primera Internacional Progresista.

    El frente mundial se movilizará contra el autoritarismo, por una vida digna, educación y protección sanitaria gratuitas para más de la mitad de la población mundial, defensa ecológica del planeta y la paz.

    La Primera Internacional Progresista defenderá la asistencia médica universal, el derecho a la vida, la protección laboral, la cooperación internacional y sus actores convocan al mundo a “remar juntos”.

    La organización aboga por un mundo en democracia, igualitario, solidario, ecologista, pacífico, de economía colaborativa, próspero y plural.

    En septiembre, si la pandemia “es generosa” y lo permite, se celebrará el primer congreso en Reikiavik, la capital de Islandia, que estará organizado por Movimientos de la Izquierda-Verde. En él se planificará la agenda del siguiente año de la Internacional Progresista.

    La plataforma será financiada exclusivamente con donaciones y las aportaciones de sus miembros, por cuando la organización no permite la financiación de multinacionales, ni la participación de lobbies de empresas petroleras, aseguradoras de salud, compañías farmacéuticas, multinacionales tecnológicas, la banca expoliadora, mercado del capital inversionista y multinacionales agroalimentarias, entre otras.

    La Internacional Progresista pretende actuar en tres planos: fomentar la movilización social, promover la reflexión intelectual y promover la difusión de nuevas ideas a través de una amplia red de medios de comunicación.

    Iniciativa viable y no quimérica para nuestros tiempos.

    Salam Aleikum

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