¿Crisis de la democracia representativa?

JESUS IGNACIO GARCÍA VALENCIA

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La democracia representativa fue el sistema ideado para el gobierno de los pueblos en la medida que estos fueron creciendo y se imposibilitó el ejercicio de la democracia directa. Los elegidos entran a tomar decisiones en nombre de sus electores y son el canal de comunicación con las autoridades.

Esta modalidad hoy día se complementa con la democracia de participación, puesto que a menudo las decisiones de los representantes de la comunidad no coinciden con los intereses mayoritarios de esta. Por eso, se hace énfasis que en asuntos de gran trascendencia para la vida pública hay que acudir a auscultar en forma directa la voluntad de los ciudadanos y que tal recurso debe ser exceptivo. Sin embargo, en el devenir social a menudo acontece que cada vez es mayor la exigencia de los asociados de acudir sin intermediarios ante las autoridades, actitud que revela una tendencia a no creer en los buenos oficios de quienes ejercen la representación. Esta actitud no deja de generar dificultades para adelantar las tareas del gobierno. Otrora las comunidades demandaban tener representación y las que ya la habían alcanzado luchaban por ampliarla.

Lo anterior explica que cuando se expidió la constitución vigente, las minorías se interesaron en tener representación en el Congreso de la República y que se crearan en la Cámara la circunscripción de colombianos residente en el exterior, la de comunidades afrodescendientes y la de las comunidades indígenas y en el Senado la circunscripción especial de indígenas con derechos a dos curules. Una lectura inicial de esas decisiones del constituyente indicaba que esas minorías iban a tramitar sus demandas a través de sus representantes.

Pocos años atrás había comenzado la movilización de los indígenas con el propósito de ser escuchados por el gobierno en relación con sus demandas. Era de esperarse que a partir del año de mil novecientos noventa y uno, que entró en vigencia la nueva constitución, los elegidos por los indígenas en ejercicio de la representación iban a canalizar las peticiones de sus representados. Pero no ha sido así. Los indígenas, en especial los oriundos del Cauca siguieron acudiendo al taponamiento de la vía panamericana como medio de presión para entrar en negociaciones con el gobierno nacional.

Otros sectores de la vida nacional también han recurrido a la suspensión de actividades como medio de llamar la atención de las autoridades para que los escuchen. Los paros: de los cafeteros; del poder judicial; de los maestros; de los campesinos; de los trasportadores; de las universidades públicas demuestran que ya no es el Congreso de la República el principal foro de discusión de los problemas públicos y de canalización de sus soluciones, sino que los representados han pasado a ser actores directos en la búsqueda de respuestas a sus requerimientos. Hoy la preocupación por tener representación ha pasado a un segundo lugar.

Todo parece indicar que existe una crisis en la democracia de representación y que urge su fortalecimiento porque la ordenación del funcionamiento del aparato estatal requiere de ella para ser eficiente y eficaz. Y ese fortalecimiento debe partir de la reforma sustancial a las regulaciones de los medios para llegar al ejercicio del poder político. En otras palabras, se necesita sin dilaciones la tan anunciada reforma política que fue parte de los acuerdos de paz y que los intereses que existen al interior del Congreso no han permitido aprobar. El desconocimiento a la representación política devela desconfianza en ella, porque en el fondo se considera que carece de legitimidad, lo cual es muy grave para el feliz suceso de la vida democrática de una sociedad.