Con sed en medio del agua

FELIPE SOLARTE NATES

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Que los habitantes de Buenaventura carezcan del servicio a pesar de estar rodeados por varios ríos con capacidad de suministrarles agua potable durante las 24 horas del día y que los del corregimiento de Valencia, municipio de San Sebastián, departamento del Cauca, en zona de frailejones amenazados y en pleno corazón del Macizo Central Colombiano, beban una de las más contaminadas por los plaguicidas usados en el creciente cultivo de papa, a pesar de que a poco kilómetros nacen los ríos Cauca, Magdalena, Caquetá y Patía, nos indican que algo anda muy mal en la administración del gobierno en su función primordial de proteger reservas naturales y garantizar servicios públicos esenciales para brindar condiciones de vida dignas a sus ciudadanos.

Situaciones similares se replican en Tumaco, Guapi, Quibdó para sólo nombrar pocos municipios del Pacífico colombiano o en la Guajira donde represaron el río Rancherías para uso de las minas de carbón y unos cuantos terratenientes o en Puerto Tejada, Arauca, Yopal y otros, donde anteriores administraciones locales despilfarraron recursos destinados a construcción de acueductos, o por politiquería desbordada, acabaron con las empresas públicas encargadas de su prestación.

No es problema de modernidad, ni de atraso, porque muchas de estas comunidades contaban con agua más pura, cuando la tomaban de las quebradas cristalinas o de las abundantes lluvias, antes que llegará el ‘progreso’, con su avalancha de cultivos de coca y amapola y laboratorios para procesarla y su hermana gemela: la minería ilegal con el arsénico y mercurio para hacer ‘amarillear’ el oro, todos arrojando sus desechos y lavando las máquinas de muerte en las aguas que envenenarán la carne de los peces y deberán beber sus habitantes, animales domésticos y toda la cadena alimenticia hasta convertir los lechos de los ríos en sucios desiertos de piedra y arena amontonada y a la población infantil y adulta muriendo lentamente por cáncer y malformaciones genéticas causadas silenciosamente por los químicos.

Es el fracaso del Estado-Nación no sólo de este gobierno, sino de todos los que lo han precedido, auspiciando la acumulación de riqueza en pocas manos y atrasando reformas importantes, como la agraria, para favorecer los monocultivos que tienen privilegios en el uso y distribución del agua y estimulan la colonización hacía los bosques donde nacen los ríos y que serán talados para abrir parcelas que con violencia y pajaritos en el aire serán apropiadas por los finqueros ganaderos y caballistas para ampliar sus feudos y oponerse a la restitución de las tierras que en bandeja les entregaron sus socios paramilitares.

Son las contradicciones de un país gobernado para que los dueños de los bancos, las minas y las grandes industrias llenen sus arcas hasta rebosarlas, mientras el resto de la población, intentando sobrevivir, acude a la informalidad y siguiendo el ejemplo de las grandes pirañas de la política y el sector privado unidos en la corrupción, también se roba o acaba con lo poco que encuentra.

Es el territorio del ¡Sálvese quien pueda! Y donde la corrupción permea a los gobiernos nacional, departamentales y municipales, a las altas y medias cortes, a fiscales y jueces, a miembros de la fuerza pública, a funcionarios de todo nivel, incluido la Salud, todos fervientes devotos de san ‘Roberto’ sin dejar pruebas.

Colofón: Que jóvenes estudiantes y dirigentes de Buenaventura y el Chocó, durante los recientes paros cívicos hayan salido en defensa de sus derechos y protestando contra el abandono del gobierno central y las mafias políticas que se han enriquecido manejando a su antojo a la administración local, sus nóminas y presupuestos, es una señal esperanzadora de que todo no está perdido y que el país podrá cambiar cuando la mayoría de población tome conciencia de sus derechos, fortalezca sus propias organizaciones desde los barrios y veredas y no se deje manipular por la compra de votos y conciencias y mensajes falsos difundidos por los politiqueros tradicionales a través de los medios de comunicación los templos religiosos y las redes sociales.

Es de esperar que nuevos liderazgos surjan en medio de las movilizaciones desarrolladas en la costa pacífica y otras regiones del país, entre los trabajadores del Estado, maestros y otros sectores sociales. “No hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista” y la mayoría de los colombianos ya estamos cansados de los gobiernos de delfines trabajando para mantener intereses de sectores minoritarios que sólo piensan en monopolizar los altos cargos del Estado, para ponerlo a su servicio y del gran capital, enriquecerse a costillas del resto de la población, mantener sus cuentas en paraísos fiscales.