Colombia: deblacle moral


FERNANDO SANTACRUZ CAICEDO

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Han transcurrido dos años desde que se suscribió el Acuerdo de Paz del Teatro Colón. Su insignificante materialización es causada por carencia de voluntad política, financiera y legislativa del Gobierno nacional y del Congreso, dominados por el Centro antiDemocrático. ¡El futuro de Colombia está en vilo! Sin embargo, la desmovilización de las FARC-EP, su reincorporación a la vida civil, conversión en partido político y participación en la “vida democrática”, son hechos trascendentales para construir la Paz y el Nuevo País. A contracorriente de la historia, la dirigencia política tradicional colombiana no escatima esfuerzos para reiniciar la Guerra. ¿Qué factores impelen tal comportamiento? Su egotismo social, falta de visión política, estrechez mental e insuperable ignorancia rechazan irracionalmente lo postulado por Tito Livio: “Solo sentimos los males públicos en cuanto afectan nuestros intereses particulares”. Y eso es excelente, porque exige al pueblo cumplir inexorablemente el imperativo moral de excluirlos del devenir histórico.

En su importante estudio, “¿Cuándo empezó a corromperse la humanidad?” (Digiprint Editores, 2017), Mauro Torres, sitúa en Catal Hüyüc (Turquía), seis mil años a.C., el “…veneno que degeneró y corrompió al pueblo sumerio: […] el consumo de la Cerveza.”. Nosotros agregamos la aceptación inadmisible de la superioridad de la casta política dominante, lastre que nos impone asumir la actitud borreguil de subordinados. La debacle proviene de nuestra evolución histórica. Doscientos años deteniendo el proceso de Unidad y Paz entre los colombianos, ocasionado por odios partidistas, guerras civiles y la voracidad de poder. La dialéctica enseña que todo está sometido a cambio perpetuo –naturaleza, sociedad, ideas- y…, cuando no se avanza, todo se desordena inevitablemente. En política, las farsas programáticas y las reformas aparentes subyacen al temor al pueblo y a las ideas que propugnan por transformaciones sustanciales al sistema existente.

La crisis que asfixia a nuestro pueblo reflejada en desempleo, hambre, enfermedad, inseguridad social, analfabetismo, degradación y pobreza –“esa dolencia que mata sin matar”-, contrasta con la ética de los negociados, las finanzas, el agio, la trata, la explotación, la contratación estatal, las mafias, etc. La inmoralidad es palpable en la administración pública sobornada, la justicia prevaricada, el congreso envilecido y la institucionalidad putrefacta. ¿Qué Hacer? Desatar un tsunami políticosocial con la activa participación de las masas, a fin de realizar las alteraciones fundamentales que reclama Colombia. Unidad en torno a un programa político realizable que refleje auténticamente las aspiraciones colectivas, liderado por mujeres y hombres en pariguales condiciones, para revolucionar radicalmente la estructura de inequidad.

Nuestra izquierda neanderthal, sectaria, cerrada a las interpretaciones de nuestros problemas, incapaz de unirse contra la opresión del pueblo, irrespetuosa de las convergencias potenciales, es retrógrada, cavernaria. Proponemos una actitud positiva que exprese conscientemente la historia de Colombia; oiga, interprete y lidere el desengaño social, independientemente de consideraciones ideológicas o partidistas. Es imperativo propiciar este encuentro de la consciencia patria hacia su definitiva liberación.

Nuestros males se agravan con la creciente dependencia de Estados Unidos, país que exporta violencia y corrupción; las transnacionales que, además de tecnología y capitales, contaminan con sus hábitos depravados; la clase política desarticulada del pueblo y sus problemas vitales; y, las mafias que remozan o sustituyen a la oligarquía tradicional. El cuadro descrito apremia la Unidad y Movilización de las energías impolutas: el Pueblo, factor determinante para la transformación de la vida colombiana; la Mujer, con sus perspectivas reales de promoción social; y la Juventud, sector desconocido y temido por sus planteamientos de avanzada. Una amplísima coalición de colombianos que, sin renegar de sus convicciones ideológicas y religiosas, rescate nuestro país de la perversión que lo aprisiona.