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    Ante la crisis, practicas alternativas

    FRANKLYN MOSQUERA P.

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    La actual crisis ha develado los reales y profundos problemas estructurales de los países a nivel mundial, el modelo neoliberal ha demostrado una vez mas el privilegio al gran capital por encima del desarrollo humano, es así como el sistema de salud, de educación y el débil tejido empresarial constituido por la mipymes son las estructuras más débiles en países como el nuestro.

    Un modelo de Estado que a través de sus políticas favorece los intereses de los poderosos, dejando a la suerte a los mas necesitados, no por nada Colombia ocupa desde hace varias décadas los primeros lugares en desigualdad a nivel de la región.

    Lo que se avecina en la fase pospandemia no es nada halagador, la recesión de la economía mundial es ya una realidad e indudablemente se sentirá con mayor rigor en la población mas pobre del país.

    Surge entonces el interrogante de ¿cómo sortear esta crisis?, pues bien, la respuesta esta fundada en nuestra capacidad como seres humanos de reinventarnos, de cambiar hábitos, actitudes y mejorar o desarrollar otras aptitudes, que permitan pasar de la concepción individual heredada del modelo modernista vigente, caracterizado por el tener, por el consumo, por la vanidad y el ego, a una concepción de colectividad, al trabajo en conjunto y a una genuina preocupación por los demás; es decir, el reto más importante que nos demanda esta crisis, es deponer los intereses individuales para trabajar en torno a lo colectivo, es por ello que prácticas alternativas de asociatividad, cooperativos o comunitarios pueden ser el salvavidas en el futuro, acompañadas estas del desarrollo de capacidades innovadoras.

    Raul Poliack, afirma que la asociatividad “es una estrategia de colaboración colectiva, que está vinculada a negocios concretos; es una herramienta al servicio de un negocio. Las empresas, en ese contexto, desarrollan un esfuerzo colectivo para la concreción de objetivos comunes, que pueden ser muy disímiles, desde comprar en común programas de investigación y desarrollo o mejores posicionamientos en la cadena de valor para su esquema de negociación”, en ese mismo sentido lo cooperativo y comunitario poseen una estrecha relación, reflejada en la generación de sociabilidad de carácter comunitario, dando vital importancia a los valores centrados en la cooperación, en este sentido las cooperativas se convierten en un motor impulsor para evitar mayores niveles de pobreza y desigualdad social.

    Estas prácticas alternativas pertenecen a la economía solidaria, se estructuran y funcionan sobre la base de un conjunto de principios compatibles con el desarrollo local, y se precisan en la autonomía, democracia, solidaridad, participación social, repartición de beneficios en función de las actividades de los socios y no de los aportes de capital; lo cual conduce al bienestar de los agremiados y de la sociedad en general.

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    Lopera y Posada (2009) afirman que, la economía solidaria contribuye con el alcance de los objetivos de las estrategias de desarrollo local, a través de la creación de encadenamientos productivos, la formación de líderes, la conformación de una red de servicios de apoyo al desarrollo de las actividades económicas, la capacitación del recurso humano, entre otros aspectos. Bajo esta perspectiva, puede afirmarse que la economía solidaria emerge como una estrategia alternativa viable para las localidades ‘en la medida en que las comunidades se organicen de manera autogestionaria’.

    Finalmente, es importante anotar que, a pesar de vislumbrarse un futuro de mucha incertidumbre, se visibilizan alternativas viables que dan esperanza a mejores escenarios, bajo principios que se centran en el ser humano contribuyendo al desarrollo de una sociedad más justa, equitativa y sostenible.